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[Crónica] Homenaje a Carrete (Teatro Cervantes, Málaga, 09/05/18)

Dos jóvenes extranjeras descendían al atardecer por calle Frailes buscando, suponemos, desembocar en la plaza de la Merced; el buen día, caluroso y soleado, invitaba a sentarse en las diversas terrazas de ese parque temático en el que se ha convertido el corazón de la ciudad según Alfonso Miranda, presidente de la agrupación de residentes del centro histórico. Las chicas se detuvieron al pasar por la espalda del Cervantes y miraron sonrientes hacia arriba. De uno de los ventanales del teatro se escapaban los sonidos de voces, palmas, guitarras y tacones precalentando. El bullicio se extendía igualmente a la entrada del recinto, donde el protagonista del alboroto, José Losada Santiago, Carrete, se hacía fotos con todos aquellos que querían posar con él. Poco después ocupaba su localidad en el patio de butacas para disfrutar de Señorialmente, un homenaje a su persona, a su arte, ante el que se mostraba emocionado el día previo en rueda de prensa. «Lo único que puedo decir», comentó, «es que estoy muy satisfecho y muy feliz. No creía que ese niño de la calle, que bailaba descalzo por las tabernas, iba a llegar a conseguir algo así».

El cómico, escritor e investigador del flamenco José Luis Ortiz Nuevo firma el guión y la dirección del espectáculo, apoyado en labores de coordinación por el periodista Francis Mármol y otro estudioso del flamenco malagueño, Paco Roji. La selección de artistas que ocupó ayer durante casi tres horas las tablas del espacio municipal incluía a cantaores como José Valencia, Estrella Morente, Juan José Amador o María del Carmen Ruiz; guitarristas de la trayectoria de Antonio Soto o José Manuel Millán ‘Manu’; y bailaores de la talla de Sergio Aranda o Carmen González. En total, una treintena de flamencos a los que Carrete observaba, bastón en mano, desde su trono situado al fondo del escenario al que ascendió tras los primeros compases del concierto. Inauguraron la noche los taconeos de Ramón Martínez y Raúl Ruiz, que dieron paso a los emotivos pellizcos a la guitarra de Juan Requena y a la voz, inmensa, de Estrella. Con Tomasito, todo ímpetu y sudor, llovieron los pertinentes aplausos y hasta billetes de no se sabe dónde.

A través de pinceladas en forma de fotos y palabras se repasaron algunos momentos de una biografía que dio comienzo a principios de los años 40 en Antequera. «Yo era muy pequeño, pasaba frío», relató Carrete el martes ante los medios. «Ahora me gusta la ropa, me gusta todo. Me recogieron el Niño de Almería, la Repompa, la Kika, la Cañeta, Pepito Vargas, Chiquito de la Calzada; con ese hombre he hecho maravillas. Y de ahí empecé aquí con diez años, en el Refugio, un tablao al lado de El Pimpi. Sería el año 52 o 54. El dueño me dijo que me regalaba un traje si me metía en el agua con una tortuga que tenía allí, así que con ella me bañé». Siempre se sintió «un niño privilegiado», y aseguró que a él le han criado «el mundo y el viento». Con lo que ganaba se iba al cine, donde su mirada se centraba en los pies de Fred Astaire y en el pollo: «No me fijaba en los artistas, me fijaba en los bufé. Los niños de ahora están bailando de maravilla. Saltan de esa forma gracias a los potajes que se comen. Yo no podía saltar tanto».

La segunda parte de Señorialmente, tras un descanso de veinte minutos, se abrió con proyecciones del maestro acompañadas, convenientemente, por el Start me up de los Rolling Stones. De nuevo en el sitial y vestido ahora de blanco, el bailaor se vio escoltado por Estrella y Tomasito. Desde allí contemplaron juntos el desarrollo del último vals hasta que, animado por José Luis Ortiz, Carrete se levantó y nos zarandeó. Danzó por bulerías, por tarantos, por tangos, por alegrías. Lo que le echaran. En esas estábamos hasta que una panda de verdiales irrumpió entre el público para sacar a hombros al agasajado, que se plantó a las puertas del Cervantes, rodeado por familiares, amigos, seguidores y paseantes, para continuar una fiesta que dura ya más de 65 años. No se conoce la edad de Carrete, pero qué más da cuando todos sabemos que vivirá eternamente.

Foto: Daniel Pérez / Teatro Cervantes.

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