[Crónica] Gary Clark Jr. (Madrid, 06/06/22)
El músico texano presentó en La Riviera su último disco, 'This land', y repasó algunas de sus canciones más emblemáticas en un concierto irregular
Quien mas, quien menos conoce el término blockbuster. El Diccionario de Cambridge define el término como «un libro o una película que son muy exitosos», mientras que el Merriam-Webster especifica que se trata de «algo que es notablemente caro, efectivo, exitoso, grande o extravagante». Gary Clark Jr. encajaría sin ambages entre ambas acepciones. El recorrido que va de Blak and blu, editado en 2012, hasta su último disco, This land (2019), es una línea que parte del blues contemporáneo para ir abrazando poco a poco un pop-rock-soul orientado a todos los públicos. No es AOR, pero ahí andamos.
Quedó ayer ampliamente demostrado en una Riviera que completó dos tercios de su aforo para acoger la comparecencia del guitarrista, compositor, cantante y actor texano. El sonido era el propio de una superproducción, con un volumen atronador y la batería de JJ Johnson (ese bombo, ay) marcando el ritmo y protagonizando prácticamente todas y cada una de las canciones de un repertorio exiguo en tramos destacables más allá de las florituras, por lo general parcas en contenido, de un Clark que fue de menos a algo más. A su lado se empequeñece la figura del guitarrista King Zapata pese a algunos solos reseñables pero de escasa duración, no vayamos a eclipsar al verdadero héroe de todo esto. Y anecdótica resultó la presencia sobre el escenario del teclista Jon Deas, cuyo buen o mal hacer (ahí está la incógnita) quedó sepultado en la mezcla que llegaba desde los altavoces de la sala sin posibilidad de asomar mínimamente la cabeza para decir aquí estoy yo.
Entonces uno busca algo a lo que aferrarse, pero es que los agarraderos son escasos y la cerveza está muy cara. El temario que desgrana el quinteto se pasea entre fórmulas más o menos convencionales y adolece de cierta uniformidad y previsibilidad. Que sí, que este hombre sabe tocar la guitarra. Y cantar. Y utilizar un notable falsete que le acerca algún centímetro a ídolos (suponemos) como Prince o Curtis Mayfield. Pero anoche el tedio, aunque fuese de forma intermitente, se coló aquí y allá pese a los lógicos vítores de la parroquia madrileña. Qué le vamos a hacer. Tanto Clark como el cantaor flamenco Israel Fernández, que ejerció de telonero aunque muchos se enteraran en el mismo momento de acceder a la sala, tienen eso que llaman duende. Pero mientras el americano lo sacó a pasear ayer con el cuentagotas en la mano, el de Corral de Almaguer lo mostró de arriba abajo, de izquierda a derecha, de adentro pa’ fuera. Lejos del blockbuster pero alojado en la genialidad.