[Crónica] Festival Tomavistas (Madrid, 24 y 25/05/24)
Tomavistas ha celebrado este fin de semana su primera década de existencia en una inmejorable doble cita con la música en directo. Este año, con solo dos jornadas, 15.000 personas estuvieron el primer día y 10.000 en el segundo. En total, 25.000 personas acudieron a la octava edición del festival madrileño, que ya ha batido el récord de asistentes de su historia.
Este año han estrenado con éxito y cifras récord su nuevo espacio en la Caja Mágica, con cuatro escenarios por los que han desfilado grandes nombres internacionales, lo mejor del talento nacional y jóvenes promesas de la escena emergente actual. El primer y caluroso día del festival comenzó con la oportunamente aparición de La Luz, la veterana banda de rock de Seattle que venía a presentar su quinto disco de estudio News of the Universe (Sub Pop, 2024), un remolino de sonido surfero, psicodelia y pop de los 60s que lograba refrescar el ambiente de principios de la tarde en la Caja Mágica. Este quinto disco además incluía las últimas contribuciones de las miembros de toda la vida Alice Sandahl (teclados) y Lena Simon (bajo), dejando a a la líder Shana Cleveland como la único miembro fundador en pie. Si a las notas anteriores añadimos toques de krautrock, synth-pop vintage y New Wave la versatilidad hizo de la actuación de La Luz un lugar acogedor. Poco puedo decir de The Reytons, a quienes reconozco no conocía mucho antes de conocer su presencia en cartel. Una banda de indie rock de Rotherham con mucha energía en el escenario y que tampoco pierde el tiempo en el estudio: su último disco Ballad of a Bystander salió apenas ocho meses después de su anterior What’s Rock and Roll? Lanzado 100% de forma independiente, sin respaldo de ningún sello discográfico, The Reytons ha contado con el respaldo de un ejército de seguidores leales detrás de ellos. Dentro de una gran variedad de sonidos- cuya influencia nos sugiere desde el punk más feroz o incluso el pop más comercial de Status Quo– en su setlist potenció estribillos a priori efectivos como como el más reciente 2006 o más antiguos como Slice of Lime, con el cierre de su gran éxito e himno para nuevas generaciones Low Life.
En el escenario Vibra Mahou aparecieron, casi después de 10 años, unos emocionados Standstill, con los primeros acordes de Me gusta tanto ya se percataron que iban a tener un público entregado hasta el final. Resulta curioso porque escuchar juntas canciones espaciadas en el tiempo de discos tan distintos como Vivalaguerra (2006) o Dentro de la luz (Buena Suerte 2013) aporta al climax de la actuación unos giros de guión inesperados deleitables, como de la rabia hardcore punk de La risa funesta a la paz folk pop que imprime Tocar el cielo. Y con los acordes de «¿Por qué me llamas a estas horas?» escuchaba a una chica en primera fila gritar emocionada a su novio: «Es su mejor canción, de lejos!». La banda catalana liderada por Enric Montefusco ha mantenido bien guardado el tarro de las esencias durante todo estos años de relativo silencio y lo ha destapado sin ningún tipo de reserva. De hecho, tras el final y despedida con Adelante Bonaparte (I) su actuación se nos hizo demasiado corta, como la fugaz visita de un amigo al que no ves desde hace mucho tiempo, e incluso apenas les dio tiempo a explorar su faceta de banda performance que tan bien les ha funcionado otros años. Su status de formación de referencia en el panorama nacional y no de vieja gloria reivindicativa- ahora recuperado vuelve a sonar con fuerza y esperemos que por mucho tiempo.
La actuación de Dinosaur Jr., su único concierto en España de este 2024, y a quienes habíamos visto apenas unos meses atrás en el Primavera Weekender, la sentimos con una mayor dosis de vitalidad que en aquella ocasión, tal vez porque desde el escenario, mucho más grande y abierto que el de Benidorm, podían cercionarse de que prácticamente todos los que estaban allí eran de su quinta… con sus carritos. Con ese ambiente tan familiar, Lou Barlow proporcionó, nuevamente, la verdadera animación de la velada, de hecho ahora «más miembro integral» que nunca, pese a todo el tiempo que pasó fuera de la formación. Mascis parecía, igualmente, destrozar la guitarra en cada canción, tanto en las más melódicas de su reciente Sweep it into Space (2021), como Garden, como en sus clásicos de hardcore punk atemporales (Out There, What Else is now?) y la detenía al ritmo que le apetecía, como el final abrupto de su versión- e irónicamente su mayor éxito- Just like Heaven. Nunca decepcionan.
En la siguiente hora nos encontramos ante la disyuntiva de asistir a una banda veterana, digamos, la banda por antonomasia de la escena indie desde los años 90s, o explorar los nuevos sonidos con bandas emergentes, así que hicimos un reparto salomónico, algo que no recomendamos a nadie salvo que tengas que hacer una crónica. En el caso de Los Planetas no había ningún ingrediente secreto: Tomavistas fue el primer lugar elegido donde la banda de Granada iba a desembarcar con el 30 aniversario de su álbum debut Super 8, dentro de una gira que sólo sucederá durante 2024. Y, además, ese viernes se estrenaba la película de Isaki Lacuesta, Segundo premio, inspirada en su grabación de Una semana en el motor de un autobús, su tercer álbum. De nuevo el ambiente familiar, característico del festival, se hizo aún más palpable durante esta actuación, donde se veía las «familias indies» al completo acaparar gran parte del escenario, envueltas en la nostalgia de los clásicos del disco debut de los granadinos. «Hola Madrid, somos Los Planetas, cada año más viejos, pero cada año más vivos». Con una puesta en escena discreta, con los diseños de Javier Aramburu de fondo, comenzaron con De viaje y Qué puedo hacer, esta última que, pese a ser una de sus canciones más populares- lejos de ser una canción «oscura», gracias a estar en un sello como RCA fue muy apoyada en su momento incluso por Los 40 principales, qué tiempos- apenas la han tocado más de diez veces. No fue realmente la alineación del principio: sin el baterista Eric Jiménez ni el teclista Banin, aunque no dudaron en reivindicarse como «los auténticos» Planetas, más allá de las «imitaciones de las películas». Los madrileños Alcalá Norte se sumaron a última hora en sustitución de Dry Cleaning —que suspendió su actuación en el festival por enfermedad— y, con su actitud irreverente, su calidad musical y su carisma único, demostraron por qué son una de las auténticas revoluciones del panorama actual, alimentando a sus fans metafórica y literalmente (regalando hamburguesas gratis que lanzaron desde el escenario).
Sin embargo, nuestra actuación favorita de la noche- que nos disculpen los patrones del indie- fue sin duda la de Melenas en el pequeño escenario Johnnie Walker. Unas brillantes melodías, frescas líneas de bajo, cajas de ritmos y sintes vibrantes- protagonistas destacados en la mayor parte de las canciones- y baterías kraut se adornaban con armonías vocales celestiales, letras melancólicas y soñadoras pero al mismo tiempo optimistas. Excelentes momentos y un setlist muy escogido, desde las brillantes 1986 y Boom– sin duda la más coreada- de su más reciente álbum, Una Voz del álbum debut homónimo- que ellas reconocieron en el escenario que les hubiera gustado cantar con J., porque es una canción realmente «muy Planetas»– o Ciencia Ficción, nuestra favorita de su anterior Días Raros. En el escenario grande los británicos Editors escenificaban su rock de estadios– toda una contradicción porque su máxima influencia siempre ha sido de grupos «de culto»: «somos oscuros y de mal humor, así que sí, nos basamos en el sonido de artistas como Joy Division, Echo and the Bunnymen y The Chameleons…»– y el dúo musical francés de electrónica The Blaze, pusieron el broche a una primera jornada. El dúo actuaba por primera vez en Madrid y lo hacía para presentar su último disco, Jungle en un espectacular show en el que tampoco no faltaron hits de su extenso repertorio como Territory, She o Juvenile.
La segunda- y también calurosa, pero más llevadera- jornada del festival comenzó con el excelente concierto de Lætitia Sadier, vocalista de Stereolab, que presentaba su Rooting for Love, quinto disco en solitario, con trazas de art pop y acordes de jazz que tal vez serían más apropiados en un escenario cerrado. La mayor parte del setlist se centró en las canciones del álbum: New Moon, Penser L´innaceptable, Don´t forget you´re mine o la hipnótica Cloud 9. En uno de los escenarios grandes se presentaba Villagers, banda de folk indie irlandesa y el proyecto musical del único miembro desde hace mucho tiempo, Conor J O’Brien que presentaba su séptimo disco de estudio, That Golden Time, y que no nos estimulaba lo suficiente para contemplar su actuación al completo. En su lugar preferimos ver los últimos minutos de una banda local, Bum Motion Club, que publicó a finales del pasado año su álbum debut Claridad y Laureles. Pese a algunos problemas técnicos con el teclado, la formación de post punk generacional levantó el vuelo y supo recrear en vivo con intensidad canciones que en vivo suenan incluso mejor como La Ceremonia, Casi Un Buen Día, Deprisa Deprisa o Fuentebravia.
Derby Motoreta’s Burrito Kachimba salió al escenario grande por mérito propio, dado que la banda ha conseguido con su más reciente Bolsa amarilla y piedra potente su primer número uno en la lista española de ventas, algo poco habitual para una formación nacional que no se dedique fundamentalmente a ritmos urbanos. El concierto, que la formación dedicó a otro grupo que actuaba, Los Estanques, fue de menos a más intensidad e interacción con el público, tal vez demasiado frío para lo que exigía una banda de alto voltaje como la andaluza. A partir de Las leyes de la frontera y Gitana, Miguel Piranha logró poner en acción a los comensales, gracias a su poderosa voz y épica puesta en escena, de auténtica estrella de rock. Hubo momentos impresionantes de tour de force como en la interpretación del cierre del disco, Tierra. Tras The New Gizz, la reciente Manteca, y sobre todo con el cierre de Aliento de dragón y El salto del gitano, hasta los más reticentes se acabaron entregando a la kinkidelia.
Quien haya visto alguna vez en vivo a Belle & Sebastian en vivo sabe que es el umbral a una auténtica fiesta asegurada. De hecho su actuación no estaría completa sin una fiesta de baile en el escenario cantando Boy With the Arab Strap, para muchos uno de los momentos mejores de la noche. A mi lado un chico joven veinteañero, que acompañaba a su enstusiasta madre, miraba desde la primera fila completamente indiferente a esa especie de comuna hippie de mayores que bailaba en el escenario. Signos de los tiempos. No podemos reprochar al joven que, más allá que las canciones de la banda escocesa sean objetivamente excelentes, están teñidas de una nostalgia gafapastas que es difícil contagiar a otras generaciones. Un rato antes de este final festivo, Stuart Murdoch se dedicó a hacer funambulismo por la pasarela mientras le dedicaba Piazza, New York Catcher a su mujer. No conocía esa capacidad de entertainer, muy amante de la vida española que le hace, como dicen ahora los jóvenes, literal, sentirse «completamente joven». Tomó el relevo la propuesta fresca de Cariño que, en su tercera visita al festival, volvieron a seducir a todos con el pop descarado, juvenil y enérgico que derrochan hits como Canción pop de amor, si quieres o bisexual.
Los Estanques también presentaban en vivo su nuevo disco de estudio, UVE, su quinto trabajo (el sexto si contamos Burbuja Cómoda y Elefante Inesperado, junto a Anni B Sweet), que continúa en su pasión por la psicodelia y amor por el rock setentero, y, si algo le faltaría, sería toda la parafernalia que iba acompañada a los espectáculos de las bandas de opera rock aquellos años. Así sonaron Il Loro Piano o A quién robé, cómo y qué, pero no dejaron atrás canciones de su repertorio como Rosario, Soy español, pero tengo un Kebab o Mr. Clack. En su actuación hubo guiños a todos los géneros, lo cual hizo al concierto más impredecible: smooth jazz, cool jazz, funk, bebop…siempre teñido de buen humor y todo en canciones en su mayoría relativamente breves.
A The Jesus and Mary Chain también tuvimos la oportunidad de verles en el Primavera Weekender, justo una semana antes de que anunciaran su más reciente álbum, Glasgow Eyes, el primero en siete años y su primer top 10 en Reino Unnido desde la compilación Barbed Wire Kisses en 1988. Si me dicen hace años que vería (en España) al dúo de hermanos Reid en un gran escenario en un festival prácticamente no me lo creería, puesto que siempre fue en general para todos una respetable «banda de culto». Sabedores que el público quiere escuchar las «canciones de siempre», el dúo de hermanos se ciñó a su setlist habitual, incluso al que ya tenían antes de la salida del nuevo disco, con tres o cuatro del nuevo. Con All Things Must Pass, la banda comenzó a encontrar un ritmo que seguiría durante el resto del concierto, ofreciendo ganchos pop oscuros para el deleite del público. A diferencia de otros festivales, donde una solista femenina que también actuaba en el festival interpretaba Just Like Honey y Sometime Always, esta vez fue la vocalista Rachel Conti la que trajo la voz de acompañamiento a su Girl71 de su último disco. Parece mentira si pensamos que hubo un momento en que los hermanos quisieran hasta matarse- ¿os suena esto de algo?– pero el resultado es que The Jesus and Mary Chain han sobrevivido y en primera línea de atención de medios y público. Ama a todos como hermanos y haz el bien.
En el escenario Vibra Mahou Alizzz estrenaba por primera vez en directo las canciones de su nuevo disco Conducción temeraria, el mismo lugar donde años atrás también presentaba las canciones de su disco debut, como el single En tu casa o en la mía, Despertar o nuestra favorita Tiemblo, y también canciones que interpretó en solitario, sin «apariciones sorpresa», como Amanecer o El encuentro. El gran final de la noche llegó de la mano de los franceses Phoenix. Nosotros ya nos conocíamos el guión de la película ya que tuvimos la oportunidad de verles recientemente, pero eso no quitó ningún apice de emoción para este momento. El set se completó con un triunfo escénico basado en representaciones de Versalles, cortes reales y patios estrellados así como un viaje espacial al infinito y más allá en una larga interpretación instrumental. El día que actuaban se cumplían, además, 15 años de su celebrado cuarto disco Wolfgang Amadeus Phoenix, que en twitter dedicaron al productor fallecido Philippe Zdar/Cassius, y con Armstice uno de los momentos memorables de la noche. Durante Trying to Be Cool, una cámara proyectó imágenes de la audiencia en la pantalla. Al muy querido 1901 del citado WAP le siguió Identical, mientras Mars gritaba entre la multitud, con un largo cable de micrófono, para agradecer personalmente a todos por estar en el show y haciendo crowd surfing, como viene siendo habitual en sus actuaciones. Tomavistas mantuvo en su 10º aniversario y en su nueva ubicación un equilibrado repertorio de bandas veteranas y nuevos valores, sobre todo nacionales, que suele ser poco habitual en festivales en los últimos años.