Crónica: Cass McCombs (La[2] de Apolo, Barcelona, 23-01-2014)
La verdad es que se nota y se agradece cuando detrás de un gran músico hay una gran persona, fundamentalmente porque no siempre es así. Digo grande en el sentido de la riqueza interior no material, y en el de la integridad y la autenticidad, por lo que Cass McCombs, sin duda alguna, no solo forma parte de ese grupo de músicos, sino que además podría presidirlo sin problemas. No hay nada impostado o superfluo en él; y a parte de incapaz de interpretar un papel que no sea el suyo, o de actuar con segundas intenciones o con fines oscuros, parece guardar un valioso tesoro de sabiduría en sus entrañas que sale a la luz sin trampa, manipulación o filtro por su parte. Puede que incluso como artista su principal virtud resida en su forma de ser como persona, que asoma translúcida a través de su música, y más aun sobre un escenario.
Ayer cerraba en Barcelona la gira española de presentación de Big Wheel and Others (Domino, 2013), su séptimo álbum, y lo hizo mediante un concierto soberbio que quedará grabado largo tiempo en la memoria de los asistentes. La[2] de Apolo no se llenó, pese a la aureola de expectación con la que se ha venido hablando del norteamericano en los últimos meses, por lo que la atmósfera resultante quedó inmejorable. Por su parte, McCombs estuvo enorme, por encima incluso de las expectativas: marcándose un concierto sobrio, potente, profundo como su mirada, e intenso como sus pobladas cejas. Mostró además una extraordinaria conexión con los otros tres miembros de la banda, en especial con el otro guitarrista, rehuyendo todo lo que pudo el protagonismo, pero emocionando al público de igual modo por su alto grado de sinceridad y entrega en cada canción.
Abrió la cita con Big Wheels, ese temazo blues-folk de carretera, áspero y decidido, que tan bien describe su carácter, y con el que también arranca su último trabajo. Empezó entonces el recorrido público por su geografía interna: porque uno de los atractivos más evidentes de la música de Cass McCombs es que te transporta, a través de un mapa de géneros, influencias y hasta olores musicales, a un sinfín de rincones y grandes espacios abiertos de Norteamérica, sin que puedas intuir cuál va a ser el próximo destino. De norte a sur y de este a oeste, pasando por el country de granero y steel guitar de Angel Blood. Solo puedes esperar a que llegue, una vez y otra más, ese nuevo aroma a lluvia sobre terreno desconocido. Brighter! marcaría la guinda de una primera media hora fascinante: desde entonces, y aunque en consecuencia la magia del viaje se viera ligeramente mermada, nos sentimos un poco como en casa.
Al final de la hora y media exacta que duró el recital, McCombs había completado una paulatina transformación hacia formas más rockeras, aunque notándose siempre tras el aire errante de su inspiración cierta tristeza o pesadumbre. What Isn’t Nature y I Went To The Hospital, frente a temas como The Same Thing o There Can Be Only One, bien podrían representar su lucha de equilibrios, y la que afrontamos todos a diario, entre alegría y desolación ante la vida. Esta última, que recuerda poderosamente a la Velvet y a los Yo La Tengo, sirvió para cerrar el concierto antes de un último bis: una emocionante County Line que dejó al público en paz y armonía consigo mismo, con él, y con el resto del universo. La terapia de McCombs, hecha a base de sincera autenticidad y música directa desde unas entrañas muy bien amuebladas, funciona de verdad.
Mención aparte merece el telonero de la velada, Frank Fairfield: un personaje al que, en efecto, no había que perderse. Por su vestimenta, su rostro curtido e inmóvil, y sobre todo por su música, parecía provenir de la América profunda de 1920: del lugar y el momento exacto donde nació el verdadero y más ancestral folk norteamericano. Hasta su voz sonaba como con el polvo y la corrosión propias del tiempo sobre los viejos vinilos de gramófono. Alternó guitarra, violín y un banjo que tocaba como un auténtico virtuoso, otorgándole ritmo a todo con el simple pero efectivo golpeo de su zapato sobre la madera del suelo. Fue como viajar en el tiempo y en el espacio, a las raíces mismas de la tierra que, poco más tarde, recorreríamos de la mano de Cass McCombs. Todo un acierto para entrar en materia.
Concierto organizado por Houston Party y Cloudy Dog.
Fotos de Pablo Luna Chao.
Escucha el setlist del concierto en Spotify, o míralo aquí.
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