[Crónica] Caribou (Razzmatazz, Barcelona, 06-11-2014)
La de ayer era una de las noches más especiales de todo el programa de aniversario del complejo Razzmatazz. Dan Snaith y sus Caribou protagonizaban una velada musical que acabó siendo de triple sesión, al sumarse a última hora los Peaking Lights a un cartel en el que también figuraba Jessy Lanza. No despertó demasiado interés el matrimonio de San Francisco, cuyo concierto en principio estaba programado para la sala 2, y tampoco ellos estuvieron muy acertados. En un alarde de ocultismo y de poca sutileza, los Peaking Lights parecían sentirse arrinconados por un público que al principio no superaba la centena, perdiéndose en una puesta en escena muy pobre y en una desproporción de la contundencia rítmica. Con mucha más holgura y brillo actuó la canadiense Jessy Lanza, telonera de facto y por méritos propios del colectivo, también de Ontario, capitaneado por Snaith. Un espectáculo que tuvo más que ver con la electrónica que con cualquier otro género cantado, aunque fue integrando piezas de voz en un repertorio que, de principio a fin, se movió a un número de beats por segundo bastante considerable.
Con el ambiente ya bien caldeado, llegó el turno de los Caribou. El fondo del escenario lo ocupaba un enorme cartel con los colores de la portada de su último disco; y ellos, como siempre, se apiñaron bien juntitos como si les sobrase la mitad del espacio ahí arriba. Su última visita a Barcelona, con motivo de la pasada edición del Sónar, quedó marcada por la presentación de un material nuevo que todavía no se había hecho público, desdibujando o dejando a medias un planteamiento que ayer sí pudo desarrollarse con pleno seguimiento por parte del público. Más categórica y radical en el ritmo que antes, la electrónica de Snaith nace del amor de su creador por las cosas bien hechas, por la construcción y deconstrucción de estructuras que parecen indestructibles, y por las fórmulas matemáticas que se hallan escondidas y envueltas en los compases. Pero con el centro de gravedad puesto ya en el espíritu libre y desenmascarado del Our Love (City Slang/Merge, 2014), el concierto resultó ser un continuum más fácil de entender de lo que percibimos en el Sónar.
La apuesta al todo o nada de Caribou anoche acabó en aproximadamente hora y media, pero fue tal el ritmo y la densidad utilizadas, que las canciones y las ganas de fiesta se fueron consumiendo tan rápido como la pólvora. En realidad íbamos de explosión en explosión. La única pausa, tras un inicio arrollador en el que sonaron en in-crescendo Our Love, Silver, Mars y All I Ever Need, llegó con la subida al escenario de Jessy Lanza para interpretar Second Chance, su aportación al nuevo álbum de Caribou. Pero el concierto en seguida retomó su velocidad de crucero. Sonó después Back Home, quedando al descubierto el esqueleto de su tono rockero, y aquello acabó convirtiéndose en el auténtico éxtasis de graves que tenía que preceder a Odessa, su indiscutible mayor hit, para resaltar mejor sus facciones. De beat gordo, y ya en un punto de excitación de no retorno, marcó uno de esos momentos en los que la fiesta parecía que podía llegar hasta el techo.
Sin desatender en absoluto el apartado melódico, Snaith derivó parte del encanto cromático de la última obra de Caribou a un ritmo contundente que, si bien conectó al público de inmediato con el planteamiento que él eligió, dejaba algo menos de margen para la construcción y el disfrute puramente ambiental, de los detalles y del acabado de sus canciones. El contenedor determinando la forma del contenido. Pero en cualquier caso, con Can’t Do Without You culminó un concierto que resultó mucho más comprensible que el que dio en el Sónar: concreto y efectivo en su concepto y ejecución de la electrónica de fiesta, y dejando un margen, más estrecho de lo que cabía esperar, para el desarrollo de escaladas y mezclas rítmico-melódicas. Un directo impoluto y radicalmente informal, pero con la seriedad y el sello propio de pedigrí que se han ganado a pulso los canadienses. El anexo de Sun, con un Snaith primero apartado y luego involucrado a tope, fue el último despilfarro rítmico de batería de una noche que fue siempre de menos a más.
Fotos de Pablo Luna Chao.