[Crónica] Bona Nit Barcelona (Poble Espanyol, Barcelona, 19-07-2014)
Tras las buenas sensaciones registradas en la primera edición del año pasado, el Bon Nit Barcelona volvió a celebrarse el pasado sábado en el mismo recinto del Poble Espanyol, repitiendo el éxito musical y de público, y postulándose como un evento con verdadero futuro a medio-largo plazo. Porque más allá de la oferta musical y del entorno elegido, el festival se sustenta en una filosofía clara y admirable de desarrollo sostenible; y no solo en cuanto al medioambiente o a la alimentación responsable, sino también con respecto su propia concepción del hecho cultural: “de mayores queremos ser pequeños” dice su máxima. Pese al éxito de la edición inaugural de 2013, han seguido apostando por el pequeño formato, por la comodidad y por la humildad, frente a otras propuestas más rimbombantes y mediáticas de la propia capital catalana. Y ya solo por eso merece la pena apoyar al Bona Nit Barcelona.
También hay que hacerlo porque, pese a tratarse de un festival de clara vocación internacional, dan cabida entre los 5 grupos que componen el cartel (así ha sido los dos años) a una banda local con todavía cierto margen de desarrollo en lo que respecta a promoción. El año pasado fue Inspira, y este año la oportunidad la ha tenido Raydibaum: una formación de la propia Barcelona que practica un pulido pop-rock bilingüe muy apropiado para las siete de la tarde. Sin miedo a soltarle la correa a las guitarras, Dan Foz y compañía plantearon un espectáculo sentido y con una buena dosis de elegancia taciturna. Su actuación estuvo más cerca del rock que del pop, sobre todo por el engranaje de cuerdas que, en sus mejores momentos, sostiene al de las líneas melódicas, y por el tono plañidero de la voz de Foz. En cualquier caso, con la sombra instalada en la calurosa tarde del Poble Espanyol, los Raydabaum sirvieron de perfectos anfitriones para la entrada en el recinto de los más madrugadores.
A continuación el turno era para la propuesta más exótica de esta edición: los rusos Pompeya. Ya es raro que desde las lejanas tierras de Putin nos llegue algo realmente compatible con nuestros códigos musicales pro-occidentales, pero lo cierto es que estos cuatro jóvenes moscovitas lo han logrado. Durante su actuación se repitió varias veces la misma historia entre el público: – “Son rusos, ¿sabes? – ¡¿En serio?! ¡¡¿Rusos??! Pues no lo parecen…”. Conversación injusta, pero acertada: Pompeya se disfraza de electropop, de melodías onduladas que mantienen a raya al funk, a la música disco y al cromatismo psicodélico que palpita en su interior, y lo cierto es que nadie diría que son rusos. Cosas de la globalización y, seguro, de internet. En lo estrictamente musical, aunque atractivos y bien plantados sobre el escenario, opino que les faltó algo de definición: un pasito más de riesgo para moldear más claramente sus buenas texturas, la sutileza de sus ritmos y el acople de todos los instrumentos y sonidos que componen su música. Aunque fueron una grata sorpresa, me quedo con su disco Tropical (No Shame, 2013).
Del siguiente artista del Bona Nit 2014 no se puede decir lo mismo: Erlend Øye, miembro del dúo Kings of Convenience, de la formación The Whitest Boy Alive y flamante productor de Kakkmaddafakka, empezó hace 11 años una carrera en solitario con un disco que aún no tiene continuación. Programado en principio para antes del festival, Legão finalmente se estrenará el próximo mes de octubre, por lo que apenas hemos podido disfrutar de un par de adelantos; pero el sábado en el Poble Espanyol presentó un poquito más del mismo. Flanqueado por una buena banda de cuidada instrumentación, cómplice además de su buen humor, el noruego desplegó sus pasiones por la canción europea, coqueteando con el italiano en más de una ocasión, y demostrando que no es descabellado situarle entre los compositores puros más versátiles del continente. Su estilo fino y florido no podría encajar mejor en un festival que como lo hace en el Bona Nit. No en vano, Øye ya estuvo presente en la pasada edición, y por partida doble. Uno que se seguro que se ha hecho socio.
En la mayoría de las quinielas, en cualquier caso, el favorito de la noche era José González. Y no decepcionó absolutamente a nadie. Nacido en Suecia de padres argentinos, González apenas habló unas palabras en buen castellano para saludar y poco más; pero lo expresó todo con su música. Sentado en una silla, solo, con una guitarra y su voz. Durante un buen rato le acompañó una tímida percusión y un sigiloso teclado casi imperceptible, pero la desmesurada y contenida carga emotiva provenía solo de su voz y de sus dedos. Unos dedos largos y afilados, con los que toca la guitarra como si moldeara las canciones en barro. El rey de los arpegios tocó poco más de una hora, pero durante ese tiempo solo sonaron grandes canciones, muchas de ellas de sobra conocidas y especiales para el público. Heartbeats, Crosses o Hints, temas todos ellos de un primer disco, Veneer (Imperial Recording, 2003), que le catapultó directamente al éxito mundial, y la extraordinaria versión de Teardrop de Massive Attack, fueron seguramente las más aplaudidas.
La noche poco a poco iba llegando a su fin, pero el buen ambiente reinante podría haberse alargado hasta el infinito en la madrugada. Tras la actuación de José González hubo quien se sintió ya satisfecho, y la asistencia al acto final protagonizado por Jorge Drexler parecía que iba a resentirse. Pero lo cierto es que no fue así, y más que nada porque el oscarizado músico uruguayo montó un espectáculo con el que logró atraer y mover a casi todo el que quedaba aun en el Poble Espanyol. Con una numerosa y riquísima banda, y una voluntad siempre abierta y positiva, Drexler dio salida a su última obra, Bailar en la Cueva (Warner, 2014), pero sobre todo se postuló como un auténtico exportador panamericano. Dejó claras las influencias varias que ha rescatado por toda Latinoamérica en sus múltiples viajes, acordándose de Venezuela, Bolivia o Colombia, y siempre homenajeando a la lengua castellana con un carácter inclusivo y sano. Habrá gente a la que su estilo no convenza, pero a tenor de lo visto anoche, Jorge Drexler es un artista que ha crecido mucho desde que lo conocimos; y parece que también como persona.
A eso de la 1 de la madrugada el uruguayo puso punto final a su actuación, cerrándose así una nueva edición del Bona Nit Barcelona. Un festival cómodo, familiar, tranquilo, y con un estilo de programación muy determinado pero lleno de posibilidades. Desde una de las escasas promesas de la indietrónica rusa hasta una de las bandas aún por descubrir de la escena catalana, pasando por grandes y gigantes de la canción como González, Øye o Drexler. Por todo eso creo que hablo en voz de muchos si digo lo siguiente: no cambiéis nunca (pero sois grandes).
Fotos de Pablo Luna Chao.
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