[Crónica] BIME Live 2019 (BEC! Bilbao, 01-02/11/19)
El viernes y el sábado, 1 y 2 de noviembre, tenía lugar la séptima edición del BIME Live, acogiendo a 21.000 personas entre los dos días, la edición más multitudinaria hasta la fecha.
El espectáculo 3D de los alemanes Kraftwerk, pioneros de la electrónica, y el directo de Foals en una de las primeras presentaciones en directo de su reciente Everything Not Saved Will Be Lost, eran los dos platos fuertes de la primera de las dos jornadas de BIME LIVE. Comenzamos con un proyecto local completamente alejado de lo que normalmente suena en un festival, dentro del excelente escenario Antzerkia, el del vasco Aitor Etxebarría, reciente fichaje de El Segell y Mute Records, presentando su primer LP bajo su propio nombre, abandonando por el momento su faceta electrónica desarrollada a lo largo de estos últimos años con el alias de El_Txef_A en un viaje inquietante y cargado de tensión hacia el art-rock. El concierto fluyó con facilidad, pese a la crudeza de su propuesta, que gira del post rock y toques de jazz excéntrico, un inicio atípico – y, sí, verdaderamente alternativo- que siempre es de agradecer en un festival.
Con Enric Montefusco llegaron matices más amables pero aun cargados de compromiso, acompañado de Bernie Sánchez (trompeta, teclados, acordeón, coros…), Jaime Del Blanco (violín, sousafón) y Ramon Rabinad (batería). En su actuación hubo mayoría de canciones de su último disco Diagonal (Hermosa España, Quien abre camino, Himno de Europa) pero también recuerdos a Meridiana (La primavera, Sombra de tu luz) de 2016, y las canciones de Standstill escritas, según sus propias palabras, en tiempos de duda como ¿Por qué me llamas a estas horas?. Las letras espinosas a ritmo de fanfarria parece que conquistan ese efecto sanador- como él mismo ha comentado alguna vez- que la música popular debería provocar en la gente. Mientras tanto, el escenario Antzerkia se quedaba pequeño ante la concentración de fans de Amaia– en su mayor parte los más jóvenes del festival -que presentaba su disco de debut rodeada de cientos de flores blancas y que incluso se atrevió en el bis con una nana en euskera que le cantaba su tía cuando era pequeña.
Un espectáculo de Kraftwerk siempre transciende la propia actuación. No se puede desvincular un mero espectáculo visual de la referencia que supone ser una de las primeras formaciones que rompió los estándares tradicionales del Rock and Roll. Con un catálogo absolutamente contemporáneo- a pesar de contener algunas de las canciones más antiguas que sonaron en el BIME -su actuación supuso un entretenimiento no sólo musical sino también emocional: cuatro hombres con trajes de spandex «futuristas», detrás de cuatro consolas y la multitud con sus gafas 3D En el extremo izquierdo del escenario, Ralf Hütter, ahora de 70 años y desde 2009 el único miembro original de la formación clásica, se encargó de recitar los grandes éxitos de la banda, desde Autobahn, Radio-Activity, The Man- Machine a The Model, mientras que durante Spacelab, un ovni de imágenes prediseñadas se acerca para aterrizar justo en el BEC. Aparte de la BSO del Tour de Francia de 2003, Kraftwerk no ha lanzado ningún material nuevo desde Electric Café de 1986, y, con todo, su obra- parece inverosímil en una década donde ABBA triunfaba- parece cobrar aún más sentido en 2019.
Instalados en un escenario bordeado de frondosas hojas de palma verde que imitaban la portada de su último álbum, con un telón de fondo blanco y negro conformado por un par de leones de terracota, en un escenario bañado en una mezcla de luces naranjas y rosas y columnas de humo tenue, Foals irrumpieron en el escenario a lo grande, con The Runner, la mejor canción de Everything Not Saved Will Be Lost – Part 2, su sexto disco y flamante primer número uno en UK, para proseguir en un setlist que destacó por su coherencia y fluidez, que alternó sus primeros éxitos con las canciones más contemporáneas. Se nota en el grupo la madurez en la puesta en escena, un eclecticismo en el repertorio que impide incluso aburrir al menos entusiasta, que transcurre de las canciones de un pop más comercial, ajustadas a un público menos exigente, a una vertiente rock, su mejor faceta y que deberían explotar con más asiduidad. Ha habido un cambio significativo dentro de la banda desde la última vez que estuvieron aquí, ya que el bajista fundador Walter Gervers dejó el grupo durante la realización del último álbum, para ser reemplazado, por Jeremy Pritchard de Everything Everything, y que, por cierto, se despedía con esta actuación. Yannis Philippakis sabe mantener el control del climax de la audiencia y nunca pone reparos, al final, a bajar a la fosa y saltar a las primeras filas para cantar y tocar la guitarra con su público.
En el escenaro Atxerquia la formación madrileña Morgan acometió uno de los mejores actuaciones del festival, algo nada extraño dado que agotan entradas en cada actuación en sala que realizan. Las influencias son identificables desde el primer momento, por lo que los fans del rock sureño no podrán sentirse defraudados con la banda. Con el protagonismo principal del piano y la extraordinaria voz de Nina de Juan – la composición de las canciones de su último disco parten de este instrumento- la perfecta cohesión de todos sus miembros generan momentos álgidos como Home, Another Road, y la despedida con Thank you.
Durante el segundo día del festival continuó con apertura nacional con expectativas de futuro. En este caso más cercana a la psicodelia y al sonido Canterbury, a cargo de Los Estanques, que presentaban su tercer trabajo discográfico homónimo. Los Estanques es una formación cántabra afincada en Madrid, que no llega a la treintena y que autodenomina la música que crean como PPP (pop progresivo psicodélico), influída tanto por sonidos nacionales como Cánovas, Rodrigo, Adolfo y Guzmán pero también de bandas actuales como Dirty Projectors o The Lemon Twigs. En directo son incluso más dinámicos que en el álbum, y la enorme empatía con el público aventura a que tienen mucho futuro en la escena festivalera.
Tras el turno de Carolina Durante, que compensaron con creces con un estimulante concierto la decepción sufrida en Madrid -por motivo ajeno a ellos-unos meses antes en el Dcode, llegó el momento de The Divine Comedy, esta vez en el escenario grande del BIME. La puesta en escena de la formación se asemejaba a una oficina, en coherencia con con el reciente álbum doble Office Politics. La banda subió al escenario a través de la puerta ‘In’ de la oficina, con Neil Hannon resplandeciente con un traje rojo brillante. La actuación se vio perjudicada por una acústica terrible por el ruido de fondo de la gente que iba llegando, circunstancia que se acentuaba cuanto más cerca del escenario. Esto impidió que disfrutásemos esta vez de la misma forma que su anterior visita. Neil Hannon soluciona, no obstante, cualquier problema con su ingenio, como si fuera el compañero gracioso en la fiesta de la oficina, si bien a los más veteranos no no resulta convincente la experimentación con sintetizadores de su reciente trabajo.
Tras la cancelación de Michael Kiwanuka, la actuación de Mark Lanegan Band se pudo adelantar para que así no se solapara con la de Brittany Howard. Nosotros dejamos el ruido ensordecedor del escenario grande en el concierto de Divine Comedy para refugiarnos, una vez más, en el Antzerkia. Allí apareció Lanegan, que ya vendría receloso tras suspender en Barcelona su actuación a mitad de concierto por problemas de sonido, acompañado de la guitarra de Jeff Fielder y teclado y voz de Shelly Brien, y, sin embargo, su actuación fue más que convincente. Arrancó con la primera canción de su estrenado álbum, Disbelief para saltar a Gargolyge (2007) con Nocturne y más tarde con Beehive. No faltaron canciones de Bubblegum (2004) como Hit the city o de su álbum de mayor éxito en listas, Blues Funeral (2012) con Harborview Hospital.
Resulta signficativo que una debutante – al menos en solitario- sea protagonista de uno de los dos escenarios grandes de un festival. Lo cierto es que tampoco estamos ante una recién llegada. Brittany Howard viene ya avalada por una carrera consolidada con su banda Alabama Shakes y en Bilbao venía a presentar su primer trabajo, Jaime (Sony), con una elegante banda de ocho integrantes, conformada por dos teclistas, dos guitarristas -además de la propia Howard- el bajista de Alabama Shakes, Zac Cockrell, un par de vocalistas de apoyo y un baterista. Jaime no sólo es un álbum, es, además una declaración de intenciones. Con la canción de apertura, He Loves me, Brittany reclama, como una nueva predicadora, que Dios seguramente no le importa que viva su vida, a su manera. «Sé que todavía me ama cuando estoy fumando porros”. El concierto se mantuvo correcto – de nuevo la acústica impedía escuchar con atención – y el público apenas estalló, inevitablemente, con las versiones, la vertiginosa Higher and Higher de Jackie Wilson y la reivindicativa Revolution de los Beatles.
Mientras en el Antzerkia actuaba Glen Hansard, nos decantamos, contra todo pronóstico, por celebrar el fin de festival – en un sábado noche no hay otra – al ritmo de Jamiroquai, una banda que ha logrado una revitalización gracias a su notable último trabajo, Automaton (Virgin), de hace un par de años, que les llevó de gira e incluso alcanzó el Festival Coachella del año pasado en los Estados Unidos. Desde el escenario, con todo, se anunciaba que Jay Kay estaba afectado por una laringitis pero que saldría a darlo todo. Y, efectivamente, la voz de Kay- el retorno del vaquero espacial, todavía increíble e inmune al paso del tiempo- resistió en todo momento bajo del casco de punta biónico que usó durante todo el espectáculo, mientras sus luces de neón azules palpitaban con intensidad por todas partes. La mayor parte de su setlist estuvo conformado por los discos publicados en el nuevo siglo, empezando por Shake It On del nuevo álbum. El inagotable Jay – que se movió por todo el escenario, aunque los 49 años se notan en su estado físico- estuvo acompañado de once músicos bien sincronizados: tres coristas, tres teclistas, batería y percusión, bajo y guitarra. Tal vez porque las expectativas eran menores, dada la amenaza de cancelación, el concierto, hirviendo a fuego lento, finalmente sonó espectacular. El BIME se consolida como el plan perfecto para otoño, superando la cifra de asistentes de años anteriores.