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[Crónica] Bilbao BBK Live 2024 (Bilbao, 11 -13/07/24)

BBK Live 2024 (@BBK Live)

El festival cumplía este año su mayoría de edad. Un total de 110.000 personas vibraron de la música y de la naturaleza en Kobetamendi durante los tres días del festival.

JUEVES 11

NewDad
Queralt Lahoz

Nuestra primera jornada del festival comenzó con la el animado cuarteto de Galway Newdad en el escenario Txiqui, que presentó su álbum debut Madra , uno de los primeros discos lanzados este año 2024, una actuación marcada por sonidos eclécticos bajo la inquietante voz de la cantante principal Julie Dawson, desde el pop onírico de Dream Of Me hasta la gótica Sickly Sweet, todo difuminado en guitarras grunge y atmósferas nebulosas, que intercalaron con una notable versión de Just like heaven de los Cure, todo un homenaje a los menos jóvenes que ya no suele ser la tónica habitual del festival. En el estudio realizado tras su celebración se determinó que al festival el público contó con un 28% con edades entre los 18 y 29 años; un 41% de 30 a 39 años; otro 23% con edades comprendidas entre 40 y 49 años, y solo un 8% de más de 50 años. En el escenario semicerrado Befeeter actuaba Queralt Haroltz, que desde el primer momento se metió al público en el bolsillo. La artista de Santa Coloma de Gramanet no ha dejado de publicar canciones en los últimos años, así que teníamos desde su último EP (Tan Rico) hasta el primero 1917 (Puñalá) o su álbum Pureza (Pureza, De la cueva a los olivos) de 2021, su más reciente single Pedí Perdón o una canción nueva interpretada en exclusiva, muy aplaudida por el público, cuyo estribillo decía algo así como «qué difícil es ser Queralt Lahoz». Sonidos heterogéneos con un estilo marcado por la honestidad en la fusión que abarca del flamenco, hip hop, incluso electrónica.

Los Punsetes
Massive Attack/Young Fathers
Massive Attack/Elisabeth Fraser

Volvimos al escenario Txiqui con cambio de tercio, el pop punk del quinteto Los Punsetes que celebrará próximamente los cerca de veinte años que avalan la trayectoria del grupo de una forma especial, con un disco de invitados interpretando sus canciones. Sonaron melodías de prácticamente toda su discografía, especialmente avaladas y bailadas con pogos incluídos por el público como Mabuse, el primer single de ¡Viva! (2017), Arsenal de excusas de LPIV (2014), y otras aún más salvajes y desasosegadas como Hola Destrucción y ESPAÑA CORAZONES de su último largo AFDTRQHOT (2022), su más reciente single, el más pop Un palacio con mis huesos y por supuesto canciones de su álbum debut como Pinta de tarao o el cierre con Maricas. No ha habido cambios sustanciales en su sonido pero ellos pueden permitirse el lujo de no ser rupturistas, tal vez ese sea el secreto de su vigencia. Un poco más tarde, en el escenario AIR interpretaban integramente su clásico retro-futurista MOON SAFARI para celebrar el 25 aniversario del lanzamiento de su álbum debut, que realmente se cumplía el pasado año. La actuación, en orden, además de un conjunto adicional de canciones de su media docena de discos, nada posterior a 2004 se realizaba en una claustrofóbica caja rectangular blanca. «Podría ser un hogar, podría ser nuestro mundo, nuestra cabeza… nuestro concepto arquitectónico», decían sobre el proyecto. Probablemente, por su serenidad, el de AIR podría ser uno de los conciertos que más se habría disfrutado en un ambiente más relajado que el de la algarabía habitual de un festival, en todo caso tanto los éxitos Sexy Boy como Kelly Watch the Stars – con un vocoder futurista que entonces todavía no se había puesto de moda- sonaron tan vigentes o más que en 1998. En el escenario principal, San Miguel, aparecían Massive Attack. La última vez que tuve ocasión de verles- si recordáis cancelaron, con polémica incluída, su actuación en Mad Cool en 2018- fue en el Super Bock Super Rock 2016, más o menos por estas fechas, pero en aquel momento no contaba con Horace Andy ni mucho menos con Elizabeth Fraser de Cocteau Twins. Una extraordinaria Deborah Miller ocupaba, de nuevo, admirablemente el lugar de Shara Nelson. Las sensaciones son contradictorias. Es cierto que cuando asistes a una actuación de Massive Attack sabes que no estás ante un concierto típico. La banda utiliza su plataforma de comunicación para crear conciencia sobre problemas globales entre los fans. Pero, finalmente, las imágenes solapaban inevitablemente por completo las canciones. Esto hacía muy complicado que el espectador se involucrarse en la música y apenas en Unfinished Sympathy y Teardrops – solo cuando aparecía la pantalla en negro- se podía disfrutar de la música en plenitud. Es más desolador cuando durante dos de las memorables y esperadas interpretaciones de Liz Fraser –Black Milk y su versión de Song to the Siren de Tim Buckley– se superponían las imágenes de Putin y Netanyahu, con el irremediable abucheo consiguiente del público que pulverizaba todo el climax de la canción.  Es cierto que los conciertos no son sólo eventos musicales, sino también momentos de reflexión sobre temas importantes, pero podrían coexistir perfectamente sin colisionar.

VIERNES 12

Melenas
Jordan Rakei

En la jornada del lluvioso viernes- por suerte solo de mañana- tuvimos ocasión de volver a ver a Melenas, esta vez en un escenario mucho más grande de cuando actuaron en el Tomavistas, algo que a ellas también impresionaba, como comentaron durante su intervención. Como la última vez, un setlist impecable: Ahora, 1986, K21, Primer tiempo, Oso Polar, una versión de la banda suiza

Maria José Llergo (@BBK Live)

Grauzone y que algún turista del público pareció reconocer, y el imprescindible Bang como gran colfoón. El retraso del comienzo del concierto de Standstill por problemas técnicos motivó que cambiásemos de escenario- también les habíamos visto en el Tomavistas- y nos dirigiéramos a la presentación en directo de Jordan Rakei, una de las últimas confirmaciones de última hora del festival. Era su primera visita que además continuará en septiembre en Madrid y Barcelona. La lista de canciones del neozelandés-australiano que actualmente vive en Londres se construyó inteligentemente para mezclar temas nuevos con viejos favoritos, y aprovechó, ya que era su primera actuación en España, para presentar canciones de su primera discografía. Su estilo mezcla de forma ecléctica jazz, reggae, funk, pop, electrónica y el soul más clásico en canciones como Freedom, Learning o State of Mind. Sin embargo la de Maria José Llergo fue sin duda una de las destacadas de la jornada. Acompañada por el teclista y pianista Julio Martín y el baterista Carlos Sosa, la cordobesa arrancó el concierto con Ultrabelleza que da título a su excelente último disco. Feminista, defensora de lo público, del pueblo palestino, crítica la industria musical actual, e incluso republicana- cuando le gritaron «Reina», espetó «gracias pero no soy monárquica»- su extraordinaria voz se alzó en Kobetamendi en canciones r’n’b, pop, percusiones e incluso telectrónica que hablan del campo, de los mineros y que reivindican los pueblos. El cierre con nuestra canción favorita del álbum, Aprendiendo a volar, nos dejó su actuación con ganas de más.


Khruangbin (@BBK Live)

En el escenario Nagusia nos sorprendió una asistencia masiva de público para la cita programada con Khruangbin, teniendo en cuenta que el trío con sede en Texas -Laura Lee Ochoa en el bajo y la voz, Mark Speer en la guitarra y la voz y Donald “DJ” Johnson en la batería- no elabora una propuesta precisamente comercial. Inspirándose principalmente en el funk/rock tailandés de los años 60 y 70, este grupo ha fusionado sonidos internacionales desde España hasta Oriente Medio. La banda presentaba su bien recibido sexto álbum A La Sala (Dead Oceans, 2024) que acaba de publicarse apenas hace unas semanas. El escenario y las luces imitaban la portada del álbum, presentando una ventana de una casa, a través de la cual cambiaban las escenas del clima. La banda, con sus habituales pelucas largas y negras, rebosaba de una vehemente energía que constrastaba con la suavidad del disco y bailaba acompasada alrededor del escenario. Especialmente fueron vitoreados por canciones como Pon Pón y May Ninth, esta última tal vez la más comercial de este nuevo trabajo. Ya a la noche, en el escenario Nagusia, Grace Jones nos honraba con su presencia,

Grace Jones (@BBK LIVE)

media hora más tarde de lo esperado, al ritmo de Nightclubbing. La modelo, actriz y cantante nacida en Jamaica, que surgió de la famosa escena disco Studio 54 de Nueva York en los años 70, salió como se esperaba- ya la habíamos visto en el Nos Alive unos años antes- sin filtros, franca y siempre vestida atrevidamente. Jones rompió muchas barreras en los años 80s y su innovadora influencia de la cultura pop- sus discos para Island en las décadas de 1970 y 1980 mezclaban reggae, funk y art-rock- es hoy en día indudable. Ahora, a sus 75 años, continúa actuando pero no ha lanzado un álbum desde 2008, si bien tuvo el detalle de presentar, especialmente para el público del BBK, una canción, aunque probablemente ya ha formado parte de su setlist anteriormente. Sus atuendos y su puesta en escena eran tan provocativos como siempre, pero sin duda lo mejor fue su sentido del humor permanente a lo largo del show. El set se basó principalmente en sus álbumes de principios de los 80: Pull Up To The Bumper y I’ve Seen That Face Before (Libertango), ambos de su celebrado Nightclubbing de 1981, una versión de Love Is the Drug de Roxy Music acelerada y su voz se mantiene tan en forma como su físico com opara atreverse con una versión gospel de Amazing Grace. Acompañada de seis músicos y dos coristas, 40 años o más después, la música de Grace Jones suena en 2024 muy moderna. Grace Jones finalizó su concierto con el hula hop durante toda su interpretación final de Slave to the Rythm, no sólo sin perder el ritmo ni fallar en la voz, sino además presentando uno a uno cada uno del resto del equipo. Increíble.

SABADO 12

El Columpio Asesino
Slowdive

El sábado y último día del festival- normalmente el más masivo- estuvo protagonizado por la tarde por Alcalá Norte, uno de los últimos fichajes del festival de última hora y que pisaban Bilbao por primera vez, presentando las canciones de su álbum, especialmente La vida cañón, el nuevo himno del underground español. Por otro lado, la banda de Pamplona El Columpio Asesino se retira de los escenarios cumpliendo un sueño: tocar en el escenario principal de Bilbao BBK Live. Los hermanos Arizaleta —Albaro (voz y batería) y Raúl (guitarra)—, Íñigo ‘Sable’ Sola (trompeta, percusiones y sintetizadores), Iñigo Cabezafuego al bajo, que suple en la gira al recientemente fallecido Daniel Ulecia y Cristina Martínez (guitarra y voz) cumplió con creces su actuación, en la que mezcló electrónica y rock, que abrió con Babel y cerró por todo lo alto con Toro. En el escenario San Miguel Slowdive congregaba un público no sólamente repleto de mayores nostálgicos que buscan revivir el apogeo de los 90, sino también chavales jóvenes que probablemente haya descubierto a la banda con sus dos últimos trabajos, incluso también a través de alguna canción que se ha viralizado en tik tok. Su set comenzó con shanty, la primera canción del nuevo álbum Everything Is Alive y que explora una faceta más electrónica. Durante toda su intervención,  se creó una atmósfera continua de guitarras, sintetizadores, batería y bajo que sorprendentemente suena muy bien en un escenario al aire libre. Bajo una perfecta armonía de voces, temas contemporáneos como chained to A cloud se entrelazaron a la perfección con antiguos como Alison y When the Sun Hits. Rachel se balanceaba, ante el hieratismo de prácticamente el resto del grupo salvo su bajista Nick Chaplin en la Souvlaki Space Station, que se dice es una de sus canciones favoritas de Slowdive.  El culto creado durante años en torno a la figura de una banda en su momento de corta duración le ha devuelto a una época de mayor esplendor del que probablemente jamás hubiera imaginado.

Alvvays
Jungle (@BBK Live)

Mientras, en el escenario Befeeter se presentaba Los Bitchos, cuarteto algo underground de Londres cuyo estilo notablemente especializado de cumbia instrumental de los 80, y cuya estrella del espectáculo es Serra, en la guitarra solista, flotando con entusiasmo despreocupado. El cuarteto, fundado y con sede en Londres, pero procedente de Australia, Uruguay, Suecia y el Reino Unido, se ha convertido en una de las historias de éxito independiente más importantes de 2022, gracias a su mezcla única con infusión de surf rock y sonidos otomanos, así como sus desenfrenados shows en vivo. En cuanto a Jungle, en cualquier festival es una apuesta segura, mucho más un sábado noche. Y da igual que hayan sacado disco o no, difícilmente van a decepcionar. Justo al día siguiente de su actuación en el BBK Live se cumplían 10 años del lanzamiento su álbum debut homónimo. Al dúo de Josh Lloyd-Watson y Tom McFarland se ha unido una banda que consta de George Day (batería), Geo Jordan (guitarra, voz de acompañamiento, bajo), Will (percusión) y Lydia Kitto (Voces principales, bajo Teclado, flauta, guitarra) que puso la voz en gran parte de las canciones, incluidas You Ain’t No Celebrity y el viral e increíblemente pegadizo Back on 74, situado estratégicamente en medio del set. Los ritmos de Jungle son contagiosos, transmiten buenas vibraciones y la multitud que poblaba el escenario Nagusia- prácticamente toda la que en ese momento estaba en el festival- quedó inmediatamente inmersa en sus armonías cual presa de un rito vudú, prácticamente sin posibilidad de permanecer en reposo. La banda lanzó un montón de pelotas de playa al foso que permanecieron en el aire hasta el final del set, que culminó con Don’t Play y el bis perfecto de Keep Moving. Junto a esta, la de los canadienses Alvvays fue, sin duda, una de las actuaciones de la noche, y sin duda del festival. Resulta curioso porque si las canciones en el estudio de su último trabajo Blue Rev, suenan completamente nítidas, la música de Alvvays adquiere una enorme visceralidad en el escenario, incluso en sus canciones a priori más tranquilas. Así, baj la cristalina voz de Molly Rankin Tile by Tile sonó aún más emocionante en vivo que en el álbum y Easy on your own o Belinda Says todavía más impactantes. Detrás de la banda había una pantalla grande que saltaba entre imágenes con algún tipo de distorsión o efecto. Un concierto para repetir. Y si Jungle celebraban su 10º aniversario, Arcade Fire lo hacían con su álbum Funeral, se cumple 20 años desde su lanzamiento, precisamente en un momento en el que la banda no pasa por su mejor momento, y no nos estamos refiriendo las acusaciones hacia su vocalista, sino tanto por su irregular último trabajo, WE, como la marcha de Will Butler, el hermano del líder y una fuerza impulsora de sus conciertos. Funeral fue el álbum con el que una banda considerada «indie» llegó al mainstream y a las listas de todo el mundo. Aunque ya a una hora intempestiva para lo que se considera un «cabeza de cartel» – al menos que no sea de electrónica- la intensidad de su actuación fue in crescendo – como la del propio álbum,  y, mientras Régine Chassagne alternaba entre el acordeón, la batería y las tareas vocales con aparente facilidad, Win Butler saltaba de las seis cuerdas al piano. La emoción crecía cuando el líder caminaba entre la multitud bajo la inconfundible línea de bajo de Rebellion (Lies). Después de un breve intervalo, la banda regresó con una segunda mitad del concierto dedicada a algunos de sus mayores éxitos, ajenos a Funeral, como Age of anxiety II (rabbit hole), The suburbs, No cars go, Ready to start, o las más bailables Reflektor y Afterlife y la traca final que llegó con Wake Up.

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