Cat Power – You Are Free
La cantautora norteamericana Chan Marshall- alias Cat Power- constituye una figura bastante particular en la actual escena musical estadounidense. Procedente del profundo sur del país, su lanzamiento definitivo al mundo de la interpretación tuvo lugar cuando se instaló en Nueva York y empezó a crear una música intimista, un folk próximo al rock independiente con la desnudez instrumental y la introspección lírica como señas de identidad más evidentes. A partir de entonces su carrera está marcada por cierta excentricidad e irregularidad. Sirva como ejemplo el contraste entre la fulminante velocidad con la que se sucedieron sus tres primeros álbumes, dos de ellos incluso grabados el mismo día ( Dear Sir, 1995; Myra Lee, 1996 y What Would The Community Think, 1996) con los cinco años que han pasado desde su anterior publicación de material original (Moon Pix, 1998) puesto que su último trabajo había sido un disco de versiones (The Covers Record), curioso trabajo que, a pesar de sus notables virtudes- entre ellas, una irreconocible revisión de la celebérrima Satisfaction– rayaba en ocasiones muy cerca de lo monocorde, con una cierta tendencia a homogeneizar en demasía todos los títulos en función de las peculiaridades musicales de la artista.
No obstante, si You Are Free (2003) supone un álbum excelente no lo es por los ocasionales cambios de tono, ritmos más acelerados o arreglos más elaborados presentes por ejemplo en He War o en la alegremente anacrónica Free, sino sobre todo por la sublimación que Chan Marshall lleva a cabo de su propio estilo. De este modo, algunos de los momentos más gloriosos del álbum (Evolution, Maybe Not) se reducen musicalmente a un puñado de notas desgranadas por un instrumento que se reiteran desde el principio hasta el fin. En consecuencia, lo que Cat Power nos ofrece se limita en la mayoría de los casos a su lánguida voz, entre el susurro y el sollozo, unos acordes simplísimos de piano o guitarra acústica, frecuentemente acompañados por coros realizados por ella misma. En definitiva, características que han servido a los críticos más vanguardistas para ponerla como ejemplo de un nuevo (y van…) subgénero llamado “sadcore”, denominación que vendría a hacer referencia a un sonido melancólico preñado de tristeza. Música triste para momentos tristes, en definitiva. A nivel formal, You Are Free parece en buena medida un modelo idóneo para ilustrar esta corriente. Los catorce temas que componen el álbum se suceden fluidamente, bien ensamblados como piezas de un todo que no elimina su particularidad, es decir, cerca del difícil equilibrio que separa armonía y monotonía.
Por lo que respecta al plano lírico, el disco respeta grosso modo el perfil de la categoría aludida, aunque con matices. La música de Cat Power sigue constituyendo la peor elección posible para una barbacoa en la playa pero justo es reconocer que el espíritu que domina You Are Free es sustancialmente más optimista que en anteriores entregas. En cuanto al cripticismo compositivo del que tradicionalmente ha hecho gala la felina cantautora, aquí aparece bastante atemperado. Eso sí, de ninguna manera desaparece.. Fool– el que por lo demás quizá sea el tema más brillante y pegadizo del álbum- refleja de un modo notablemente abstruso toda una serie de impresiones cruzadas sobre la vida contemporánea, el lujo o vaya usted a saber. Por su parte, el bellísimo epilogo, Evolution, tiene ecos de himno, con una decena de oscuros versos recitados con la compañía de Eddie Veder.
Sin embargo, son varios los temas en los que la pluma de Chan Marshall resulta más accesible que nunca. En Good Woman y Half Of You sus habituales apuntes sobre el desamor y las relaciones se ven formuladas con una simplicidad léxica y semántica notables. I Don´t Blame You, el corte que abre el disco, evoca con nitidez las angustias escénicas de las que la cantante ha sufrido durante mucho tiempo y que la han llevado a realizar conciertos de espaldas al público y a cancelar actuaciones en el último momento Estabas dando vueltas a tu guitarra/ porque ellos querían oír ese sonido/ pero tú no querías tocar / y no te culpo susurra, en un bello ejercicio de introspección. Pero probablemente sea Namesel mejor ejemplo de una extrema sencillez tanto musical como lírica, casi en una interiorización del espíritu zen aplicado al folk norteamericano. Con un fondo instrumental reducido a un piano que repite incansablemente la misma serie de notas, la brutal canción relata en cinco estrofas la historia de otros tantos adolescentes que la cantante conoció en su juventud y que sufrieron distintos tipos de abusos, prostituciones o drogadicciones con menos de quince años. Cada historia es formulada con cinco frases simples extremadamente explícitas, susurradas con delicadeza y culminadas con el mismo apunte repetido tres veces. La dramática languidez de la voz contrasta de forma poderosa con lo truculento del tema y de esta ecuación resulta una emoción desoladora, bellamente culminada con una dolorosa frase (No sé dónde están).
En cualquier caso, y refiriéndonos al título, la idea que recorre el disco y que asoma en casi la mitad de temas es la de la libertad, entendida en su más amplia concepción. La búsqueda de la emancipación interior y la creatividad ilimitada como conceptos elevados, formulados con belleza en Maybe Not (Todos podemos ser libres / quizá no con palabras / quizá no con una mirada/ sino con nuestras mentes), vertebran el sexto trabajo de la estadounidense y de allí el tono fundamentalmente positivo que a menudo se detecta. Así las cosas, You Are Free-que recuerda con dos nuevos temas la pasión de la autora por las versiones, en este caso Keep On Running de John L. Hooker y Werewolf de Michael Hurley, éste último con unos bonitos arreglos de cuerda)- sabe salvar algún momento de pérdida de ritmo a lo largo de sus algo más de cincuenta minutos para dejar una excelente, deslumbrante impresión. No en vano, el disco- para quien esto firma, el mejor de 2003- sabe demostrar hasta qué punto la sencillez musical puede convertirse en la mayor virtud cuando se conjuga acertadamente con otros elementos, en este caso la habilidad lírica y la belleza de una voz capaz de conducir a las lágrimas.