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Calexico + De Pedro + Big City (Zaragoza, 18/01/09)

La confirmación del concierto de Calexico en Zaragoza supuso un baño de alegría para unos cuantos aficionados de la capital maña, y es que los americanos nunca habían pisado tierras aragonesas con los instrumentos a cuestas. La sala Oasis parecía no sólo el mejor sitio para su celebración, sino casi un lugar perfecto debido a su calidez, su espléndido sonido y su justa capacidad. Pese al cierre de la misma, la otra alternativa que supuso la sala Multiusos no albergó el ambiente frío que se podía intuir, debido tanto al día, domingo, como sobre todo a la tremenda capacidad de la misma, excesiva para la atracción que puede acarrear un grupo como Calexico. La reducción de la sala bajo un telón de fondo y la distribución de mesas y sillas (como si de un cabaret se tratara) permitió una mayor calidez entre el público, que no dudó un instante y poco a poco se fue aproximando al escenario para vivir el evento de pie, y es que lo que se fraguó era totalmente atrayente.

Empezaron la velada los locales Big City los cuales, dejando el papel de novatos desde hace unos cuantos meses, demostraron que ya les empiezan a sobrar tablas pese al poco público presente en los comienzos. Su americana particular (distorsión y folk con elegancia) siempre trae a colación a los Wilco de A Ghost is Born y Yankee Hotel Foxtrot, pero eso no quita el reconocimiento del buen trabajo que realizan delante de un escenario donde faltan muchos peros para debatir su propuesta.

El siguiente invitado supuso el enlace perfecto para lo que allí se ansiaba, Calexico, y es que DePedro más que amigo o conocido de la banda acabó siendo el séptimo miembro de la misma y no el llanero solitario que representó como segundo artista de la noche. Con su guitarra acústica y un chorro de voz sorprendente, la Multiusos comprobó el porqué DePedro podía encajar a la perfección en una banda como la de Arizona. Voz melódica pero energética, rasgos de country, música portuguesa, rock o folk fueron sorprendiendo al respetable bajo títulos como La Llorona o ya al final, Dos partes en una, en la cual se acompañaron de Joey Burns (cantante / guitarra de Calexico) y uno de sus trompetista; uno se ocupaba del acordeón y el otro del xilófono para calentar la noche lo suficiente antes de que el sexteto entrara en escena.

Ante un público ya casi multitudinario, Joey Burns resultó no sólo tener energía sino un carácter simpático y muy afable haciendo reír al público en más de una ocasión. Acompañado por su inseparable John Covertino a la batería (vaya combinación de estilos con sólo dos pies y dos baquetas), un contrabajo, un steel guitar y dos trompetas, la maquinaria Calexico empezaba a calentar con dos temas de su primer álbum, The Black Light (Quarterstick, 1998), mostrando ese carácter fronterizo patente en sus comienzos, grandes instrumentales nocturnos, muy detallistas (seis músicos tocando a la vez) pero con suficientes silencios como para conseguir esa intensidad íntima tan lograda y única de la banda americana. De ahí pasaron a repasar parte de Feast or Wire (Quarterstick, 2003), con las fantásticas Quattro y Sunken Waltz, momento en el que DePedro subió al escenario para convertirse en el séptimo miembro, formación que perduraría prácticamente hasta el final del concierto. Sobre el camino, por supuesto, surgieron esos preciosos momentos de su pasado como Carried to dust (Quarterstick, 2008), The new about William o Bend in the road, en los cuales te podías enamorar sin poder evitarlo de la voz de Joey Burns y su rasgada guitarra suspendida en el aire sobre unos silencios detalladamente sostenidos. Por su parte, Covertino conseguía marcar un ritmo totalmente diferente entre sí, del jazz al country hasta la muy mejicana Inspiración, interpretada por el trompetista. Después de hora y media de actuación, los de Tucson se despidieron para salir nuevamente a escena y tocar una maravillosa Victor Jara’s hands, momento en el que DePedro acompañó a las voces a Burns en su fraseo español.

También cabe destacar el par de versiones que hicieron del ya típico Alone again or de Love (un clásico entre su repertorio) y un sorprendente Clandestino de Manu Chao.
Casi dos horas de música con mayúsculas, emotividad y energía a partes iguales, todo ello suspendido entre el calor del western, el silencio y una voz sublime como la de Joey Burns.

Y ahora a seguir soñando con poder sentir una experiencia tal como ésta dentro de no mucho, y es que el cierre continuo de salas está haciendo tambalear el círculo de actuaciones de carácter internacional de manera preocupante, ya que en esta ciudad no estamos precisamente sobrados de ellas.

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