Bill Callahan- Sometimes I wish we were an eagle
Bill Callahan va superándose con cada nueva entrega, ya sea bajo su apodo de (smog), o ahora con el segundo disco que firma con su propio nombre, siempre fiel al sello Drag City. El protagonismo de su voz de barítono está mucho más acentuado que en discos anteriores, con los mejores ecos de Johnny Cash o Lou Reed en canciones que Brian Beattie ha adornado con arreglos de cuerda y viento y, como es habitual, provisto de bizarras e irónicas letras.
«Solía ser más oscuro, luego me volví más luminoso, y después incluso más oscuro», señala en el tema que abre el disco, Jim Cain. Efectivamente, en sus canciones ha regresado a la melancolía de sus primeros trabajos y sus letras siguen siendo tan crípticas como viene siendo habitual. Sirva como ejemplo Eid ma clack shaw, donde se recogen sus pensamientos perdidos sobre una relación fallida -con la compositora Joanna Newsom, para los que tienen que saberlo todo-. Según Callahan, «soñé la canción perfecta, que tenía todas las respuestas», y las palabras que surgieron fueron el título de la canción, donde dice que «el amor es el rey de las bestias, y cuando tiene hambre debe matar para comer».
El disco alcanza su cumbre en dos soberbias canciones: The wind and the dove, con esa entrada oriental que puede despistar, o en All thoughts are prey for some beasts, que sigue en esa línea habitual del músico de canciones con estructura simple y repetida hasta el final, magistralmente adornada con juegos de violines y guitarra. La única pega que se le puede achacar al disco es la experimentación de Invocation of ratiocination y de Faith/Void -diez minutos de oda al ateísmo resulta un tanto excesivo-, que lo mismo puede extasiar a sus acérrimos seguidores como exasperar al mayor ávido de novedad. En todo caso, a unos y a otros el nuevo disco de Callahan no los dejará desamparados.
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