Baroness – Blue record
El comienzo de Blue record, el segundo álbum de estudio del interesante cuarteto de Georgia Baroness, está justo en el lado opuesto a lo que uno espera de una banda de metal. Bullhead’s psalm, cuya melodía sirve también de cierre, nos introduce en un «no sabemos de que irá esto», manso y sosegado. Y aunque el álbum en su conjunto adolece de ciertos defectos, siempre deja en el oyente esa sensación de no saber qué es lo que viene a continuación en los segundos siguientes, una de las marcas identificativas de los buenos trabajos discográficos.
Sin embargo, descubrimos que Bullhead’s psalm, más que una intro, forma un conjunto de interludios con Steel that sleeps the eye, Ogeechee hymnal y Blackpowder orchard. Tres piezas que sirven de antesala o prolegómeno a las partes más viscerales y trabajadas. En su construcción, Blue record funciona con suficiencia y claridad: el producto final es ameno y bastante entretenido, mezclando momentos pausados con otros vertiginosos. También otorga un tono equilibrado la producción, acertadamente análoga por parte del productor John Congleton. Las influencias de esta obra son varias, resaltando el rock sureño norteamericano, aderezado de buenos experimentos acústicos, todo ello con el trasfondo del underground metal. El momento más brillante y dinámico aparece alrededor de la mitad con A horse called Golgotha. Y no le van a la zaga O’er hell and hide y War, wisdom and rhyme, posiblemente las tres piezas más acertadas del disco y las que le confieren su personalidad, en donde los riffs de guitarra, una percusión muy bien trabajada con momentos funkies y un portentoso bajo marcan el camino. Aunque nosotros nos quedamos con The gnashing, sensacional tema por encima del resto, recordándonos en cierta forma al sonido del grupo de folk inglés Fairport Convention o algo cercano a lo punk. Aquí el sonido cambia drásticamente, pero el virtuosismo se quiere seguir manifestando.
Ahora bien, el álbum no puede pasar por ser algo muy original, lo que tampoco sorprende. Así mismo, pierde con cada escucha, es decir, impresiona cada vez menos, dentro de lo poco que tiene para hacerlo. Musicalmente le falta algo, dando a veces la sensación de ser muy simplista, de no poder llegar a nada más, por mucho retoque que se añada aquí o allí. Todas estas pequeñas sensaciones lo debilitan y lo convierten en algo que pudo ser pero nunca fue. Eso sí, a Baroness hay que seguirles el rastro, aunque posiblemente no serán parte del cambio de la música metal que muchos añoran y tiendan más a desarrollarse tal y como hicieran Porcupine Tree, abriendo su abanico de posibilidades sonoras. De hecho, en una reciente entrevista, John Baizley, el líder del grupo, reconoce que su banda está compuesta por cuatro músicos con diferentes intereses musicales. No les perderemos de vista.
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