Atoms For Peace – Amok
El pasado lunes día 18 de febrero apareció colgado en la red, sin pirateo de por medio, el primer álbum del nuevo ‘supergrupo’ que desde hace ya un tiempo viene estando en boca de todos: Atoms For Peace, un nuevo proyecto de Thom Yorke en el que también participan Nigel Goldrich, productor de siempre de Radiohead, y de otras joyas, Flea, el bajista de Red Hot Chili Peppers, Joey Waronker y Mauro Refosco. Y digo colaboran porque, al menos en apariencia, Amok (XL Recordings, 2013) es un capítulo más en la obra personal del de Northamptonshire. Saldrá a la venta justo una semana después, es decir hoy lunes día 25, después de que un par de singles lleven circulando varios meses por la red, y de algunas actuaciones salteadas en los últimos cuatro años. Pero algunos ya hemos tenido tiempo de escucharlo decenas de veces, de saciarnos y empacharnos de ese sonido tan característico al que tanto se aferra Yorke desde mediados de la década pasada.
Y lo que es evidente es que Atoms For Peace, lo último de Radiohead y su álbum en solitario The Eraser (XL Recordings, 2006) representan una música que está fabricada con la misma pasta. Que es mucha y muy buena. En esencia Amok podría haber pasado perfectamente por un nuevo disco de Radiohead, como un paso más en esa larga búsqueda de la metonimia musical perfecta y absoluta del rock a través de la electrónica, y nadie se habría escandalizado. Así que partiendo de esta base ya consensuada, la pregunta que nos queda sobre la mesa es: ¿nos gusta lo que hace últimamente Thom Yorke? Para mí, personalmente, y sin ningún tipo de miramientos, la respuesta es un rotundo sí. Porque, en cierto modo, es como si estuviera componiendo y presentando ya la banda sonora de la versión cinematográfica de una novela de ciencia ficción que todavía no se ha escrito. No es del todo un visionario, pero es un creador musical único.
Parece un poco anecdótico el hecho de que el bajo lo interprete Flea (no así en directo) y no el mayor de los Greenwood; hay canciones donde sí tiene un peso importante (la 1ª, Stuck Together Pieces, la 2ª mitad de Unless o Amok), evitando que el globo sónico de Atoms For Peace se desancle por completo del suelo, pero no se postula como elemento diferenciador o novedoso. Por el contrario, sí hay varias cosas que remiten a la esencia sintetizada de aquel Yorke de principios de siglo, y algunas menos al Yorke noventero. La principal de todas ellas, su invariable voz: ese claro de luz que rompe entre las nubes más grises, iluminando hasta el cielo más encapotado. Él sabe que es un arma poderosa: la eleva, la desdobla, la ensancha, y hace que se difumine por todo el espacio del sonido, esparciéndose, derramándose y empañándolo todo. Como el efecto del sexo sobre las ventanillas cerradas del interior de un coche (Before You Very Eyes…).
Luego hay mucho del aspecto exterior que le quiere dar Yorke a su música últimamente. La apariencia, metamorfoseada ya casi del todo en electrónica, se ha dejado de basar hace tiempo en guitarras al uso y percusiones de rock: ha creado un ritmo genuino, que en Atoms For Peace usa sin complejo alguno una y otra vez, creado a partir de la superposición de capas de pequeños bits. Ritmos casi dactilares sobre los que guitarras bien camufladas, pero siempre interesantes, pianos, teclados y ruiditos electrónicos de todo tipo campean a sus anchas, dibujando las mismas estelas, escalas y cascada melódicas de siempre. Lo malo es que a veces, como en Default o en Ingenue, la simple unión de esa electrónica dactilar con la voz de Yorke no es suficiente para crear una canción realmente inolvidable y sólida. Aunque cabe suponer, dado el currículum de todos los integrantes, que en directo todo funcionará mejor.
No obstante, es precisamente esa dialéctica lo que nos vuelve locos: esa unión de elementos a caballo entre lo de antes y lo que vendrá, esa elasticidad compositiva que une la tradición musical que ha cultivado Yorke desde el brit-pop con sus propias inquietudes y con los cambios de tendencia en los gustos del público. En Atoms For Peace hay sitio tanto para los nostálgicos como para los intrépidos. Los primeros encontrarán en Dropped, en Judge, Jury And Executioner o en Reverse Running aquella vertiente del antiguo Radiohead, presente en temas antiguos como Blackdrifts, The Gloaming [Hail To The Thief (Parlophone, 2003)] o Idioteque [Kid A (Parlophone, 2000)]. Y los segundos sentirán, durante todo el Cd, que Amok es precisamente la evolución lógica de aquello que entonces eran excepciones.
Pero supongo que estamos en las mismas de casi siempre: un primer Cd así de alguien que no fuera un Thom Yorke, del que todos de algún modo (y todos personalmente) esperamos algo concreto, sería acogido como la revelación del año. Pero por otra parte, Thom Yorke no puede dejar de ser quien es, no es un novato, y se le ha de exigir en consecuencia: como el artista que en efecto es, y no como si apareciera ahora en el mundillo. No sé qué es más justo, pero Amok me parece un disco extraordinario de música: un ejercicio de electrónica muy elegante, con melodías y texturas hermosas y emotivas, y culminadas por una voz experta e inconfundible. Para bien o para mal, así se hace la música ahora. Algún día se escribirá esa novela, y tal vez solo entonces se convenzan los que aún dudan.
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