[Crónica] Zahara (Sala Trinchera, Málaga, 02/02/19)
Presentaba anoche Zahara un Astronauta (G.O.Z.Z. Records, 2018) que se crece hasta límites insospechados sobre las tablas. Gran parte del mérito lo tiene una banda extraordinaria en donde destacan la guitarra del versátil Manuel Cabezalí —su currículum es de órdago— y la comandancia de Martí Perarnau a los teclados y sintetizadores. Juntos recrean un pop aglutinador que sube el volumen cuando la ocasión lo requiere (especialmente en ese blues industrial aullado desde el infierno que es Camino a L.A.) y se desprende de la electricidad si la necesidad de tomar aire aprieta; ocurre hacia el tramo central de la actuación, donde la cantante y compositora, únicamente con voz y guitarra, echa mano de anécdotas para contextualizar la simpática Adjunto foto del Café Verbena o Con las ganas, que vuelve al repertorio tras algunos años en el banquillo para continuar provocando lágrimas tanto en sus respetuosos seguidores, que ayer abarrotaron la sala, como en la propia artista.
No compareció Santi Balmes (Love of Lesbian) para acompañarla en la precisa Guerra y paz, pero sí andaba por allí Miguel Rivera, de los sevillanos Maga, que subió al escenario en Big Bang, conmovedora nana dedicada a esos pequeños astros de celulosa que son capaces de establecer «un sistema solar en mitad del salón». Su querencia por las series de televisión quedó patente una vez más con la inicial David Duchovny, diversos guiños a Expediente X o el rescate de Tuyo, la canción de Rodrigo Amarante que abre Narcos. Durante el concierto la comunión es total: piezas ya clásicas de su catálogo (Inmaculada decepción, Crash, El frío, la festiva e infalible Caída libre) abrazan sin remilgos a nuevas incorporaciones como El fango, Bandera blanca o una Hoy la bestia cena en casa, incontestable caballo ganador, que sirvió para echar el cierre con la artista bailando exultante entre el público en un ejercicio de contagiosa felicidad. Es lógico: lo tiene todo.