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[Reseña] Fura dels Baus. Carmina Burana (Teatro Cervantes, Málaga, 27/01/19)

La Fura dels Baus presentó la semana pasada en el Cervantes su particular revisión de Carmina Burana con cinco funciones que agotaron todas las entradas

Un momento del espectáculo. Foto: A. Bofill

Hace ahora un año, La Fura dels Baus paseaba por el Cervantes un Free Bach 212 que aunaba en su propuesta flamenco, lírica, danza y electrónica para dar forma, junto al ensamble barroco Divina Mysteria, a la cantata profana De los campesinos de Bach. En aquella ocasión, el espectáculo, en su recta final, se desbordaba hasta desparramarse por el patio de butacas y el vestíbulo del teatro, donde los asistentes, sedientos, bebían y repetían como un mantra aquello de «en la vida sin cerveza no hay pasión, todo es tristeza». Ayer, en el mismo escenario, la compañía catalana inauguraba la representación de su particular Carmina Burana, precisamente, dispersa entre el público y dispuesta a iniciar una nueva celebración. La introducción compuesta por César Belda daba paso a la reconocible obertura con O Fortuna mientras un gigantesco cilindro, tras el que se sitúan los músicos, lanzaba las primeras proyecciones de la noche con la luna, el agua, el fuego o el hielo como estampas primordiales.

Compuesta por Carl Orff en 1935 a partir una colección de cantos medievales hallados a comienzos del siglo XIX en Baviera escritos y protagonizados por goliardos —nombre que recibían en la Edad Media ciertos clérigos vagabundos y ociosos—, la cantata ensalza la figura de la mujer y los goces del amor, el baile y la naturaleza, la comida y el vino. Carpe diem, leñe, parece gritarnos. Y La Fura, siempre juguetona, entra al trapo ofreciendo un festín para los sentidos a través de grúas, correteos por todos lados y peceras donde presenciar la vendimia y rendir, ya embriagados, pleitesía a Baco. Generosas se muestran las sopranos Amparo Navarro Maite Alberola (dupla erótica y voluptuosa), el contratenor Lluís Frigola y el barítono malagueño Antonio Torres, que evidenció una vez más su inagotable aptitud para hermanar lírica y movimiento. Las bailarinas, el coro, la orquesta, una sonorización de aúpa o una minuciosa iluminación completan una bacanal ante la que un goliardo cualquiera se hubiera frotado las manos antes de brindar por todo y con todos. Viva la fiesta.

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