[Crónica] 32 Festival Internacional de Jazz de Málaga
Contaba hace unos días el saxofonista José Manuel ‘Tete’ Leal en una entrevista concedida a Málaga Hoy que el Festival Internacional de Jazz de la ciudad “no está mucho más lejos del Black Friday o de la semana sin IVA de Media Markt”. El actual director del Centro de Artes y Música Moderna de Málaga (CAMM) señalaba que la necesaria continuidad a la hora de dar a conocer el género pasa por llevarlo a los sitios donde esté la gente del pueblo a través de programaciones regulares en diferentes salas, colegios o centros culturales. No le falta razón. El cierre en los últimos meses de locales como la Sala Velvet, el Onda Pasadena o el Clarence Jazz Club vienen a reducir la oferta de espacios donde disfrutar —y a veces sufrir, por qué no— de música en vivo. Por tanto, y aunque la “labor de evangelización” a la que se refiere Leal no pase, es evidente, por celebrar únicamente un (gran) evento de jazz al año, conviene, qué duda cabe, festejarlo, cuidarlo y hasta mimarlo. Semejantes miramientos deben recibir, por descontado, las diversas propuestas didácticas, primordiales, que puedan surgir, que deben surgir.
Fue precisamente la Orquesta Sinfónica del CAMM, dirigida por Tete, la encargada de inaugurar el lunes 30 de octubre los conciertos de esta trigésimo segunda edición con el espectáculo Un viaje hacia al jazz, que, partiendo desde África, repasó la historia del género con ineludibles paradas en Nueva Orleans y en la obra de gigantes como Glenn Miller, Miles Davis, Duke Ellington, Charlie Parker y tantos otros. GoGo Penguin, ya el martes, dieron el pistoletazo de salida a una programación internacional que no ha subido, curioso, ni un solo instrumento de viento al escenario del Cervantes. Al joven trío de Manchester, que lo mismo citan a Shostakovich que a Aphex Twin entre sus influencias, probablemente le acusarían por aquí de apropiarse culturalmente de a saber qué: lo suyo no es jazz, que dirían muchos, pero tampoco es todo lo contrario, que sentenciarían no pocos. Construidas normalmente desde el piano de Chris Illingworth, las composiciones de los británicos, con desarrollos un pelín reiterativos, se sustentan en la batería de un colosal Rob Turner; son la base de unas estructuras agradecidas con el pop y el rock de corte electrónico y notoriamente cercanas a las edificadas por los Radiohead más exaltados o los Postishead del sobresaliente Third. Pueden comprobarlo en álbumes como v2.0, nominado al Mercury Prize en 2014, o A humdrum star, publicado el pasado mes de febrero.
Por su parte, la cantante, guitarrista y compositora estadounidense Madeleine Peyroux, con una cálida y sustancial querencia por Ella Fitzgerald y Billie Holiday en su timbre vocal, se adentró, más allá del jazz, en territorios perfumados con folk, blues y una pizca de boogie y diversión que roció en piezas como On a Sunday afternoon, contigua al espíritu del Lazy Sunday de los Small Faces, o en una Honey party con la que nos animó a cantar cuando lo creyésemos conveniente. Hubo tiempo para emotivas revisiones de Serge Gainsburg (La javanaise), Facundo Cabral (No soy de aquí) y Leonard Cohen, de quien degustamos, además de Anthem —que da nombre al reciente disco de Peyroux—, un Dance me to the end of love con el que al canadiense le gustaba principiar sus directos. Otros temas incluidos en su último trabajo —Down on me, The brand new deal o una estremecedora Lullaby— completaron un recital con el que Madeleine, parlanchina y sin zapatos por un despiste de Iberia, firmó una noche para el recuerdo. Como quien no quiere la cosa.
La jornada del jueves tendría que haber estado protagonizada por Michel Legrand, pero el pianista y compositor francés tuvo que ser hospitalizado por enfermedad y, dada la avanzada edad del artista y la incertidumbre sobre su recuperación —según informó la promotora Serious Fan Music—, se vio obligado a cancelar tanto la cita de Málaga como la prevista en Cartagena el día 3. Legrand, de 86 años, era el destinatario del Premio ‘Cifu’ de esta edición, un galardón instaurado en 2016 en memoria de Juan Claudio Cifuentes (Jazz entre amigos, Jazz porque sí) que cuenta hasta el momento con Lee Konitz y Ron Carter entre sus condecorados.
El programa se reanudó el viernes con el grupo liderado por el baterista Billy Cobham, acompañante de Miles Davis en grabaciones como el homenaje a Jack Johnson e integrante de la primera alineación de la Mahavishnu Orchestra capitaneada por el guitarrista John McLaughlin en la década de los setenta. Credenciales de aúpa para un músico que, bravo, no se enfangó en exhibiciones tendentes al infinito. Parapetado tras su grupo, Cobham se lució, claro está, pero dejó respirar y hablar a una banda excepcional que atacó desde los teclados de Steve Hamilton y Camelia Ben Naceur, contó en la figura del bajista Michael Mondesir con una argamasa de primer orden, y adornó el terremoto con los picotazos a la guitarra de un soberbio David Dunsmuir que, ay, podría habernos camelado hasta el amanecer.
Stefano Bollani, que compareció el sábado, se ganó al respetable desde los primeros compases. Sentado al piano y aún sin sus colegas sobre las tablas, el italiano anticipó parte de lo que estaba por venir: exquisitez, alegría, improvisación. Frente al micrófono, al que se acercó en tres o cuatro ocasiones, se mostró locuaz y divertido; puede que algo de esa vivificante espontaneidad la haya extraído, quién sabe, de su faceta como colaborador en programas radiofónicos y televisivos. En cualquier caso, aterrizaba con nuevo artefacto bajo el brazo, Que bom, en el que vuelve a revolotear, con la participación de Caetano Veloso o João Bosco, por las sonoridades brasileñas que tantas alegrías le proporcionaron diez años atrás en Carioca. Ojo: las canciones de Que bom en vivo, lejos de anquilosarse, se transforman de manera fabulosa. Lo resumía bien y con gracia —una vez más— el propio Bollani: “Si les gusta lo que están escuchando aquí, compren el disco; y si no, también”. El quinteto, en donde militan el contrabajo de Jorge Helder, la batería de Jurim Moreira y el formidable set percusivo gobernado por Armando Marcal y Thiago da Serrinha, transitó con holgura por un generoso abanico de tonalidades —brasileiras, italianas, cubanas— que gravitan con frecuencia en torno a notas que parecen dictadas por Fats Waller o Jelly Roll Morton. Ágil, rítmico y juguetón, Stefano se marchó igual que llegó: con la sonrisa puesta. Nosotros, encantados, no íbamos a ser menos.
Por último, John Scofield, arropado por el piano y el órgano de Gerald Clayton, el impecable y rotundo contrabajo de Vicente Archer y la batería de un preciso y estimulante Bill Stewart, se paseó el domingo con apetencia por su álbum Combo 66, editado a finales de septiembre. El guitarrista y su banda destacaron, y de qué manera, a la hora de disolver el sutil y magistral progreso melódico para sumirse, lentamente, en un mar de tintes caóticos; es en esos ‘interludios’, en los que Jerry García se extraviaría felizmente, cuando el tono delicado y predominante se difumina en favor de una partitura neblinosa, surtida de hallazgos, que volverá a despejarse hasta la excelencia gracias a eficaces vericuetos dibujados, sobre todo, por Stewart y Scofield. Incluso la particular versión que se marcaron del You’re still the one de Shania Twain, ya hacia el final, nos hizo chuparnos los dedos. Imagínense.
Abierto Málagajazz
El festival, además, ha celebrado una nueva edición de Málagajazz, el proyecto ideado por los hosteleros asociados en MAHOS, los hoteleros de AEHCOS y el Ayuntamiento que, con el apoyo de Cervezas Alhambra, ha llenado de música en vivo bares, restaurantes, hoteles y plazas de la ciudad. De forma paralela a la programación del Cervantes, el Abierto ha ofrecido actuaciones de artistas como Dan Ben Lior, Rita Payés, Lucía Rey, Enrique Oliver, Yuri Storione, Javier Navas, Susan Valery, Borja Barrueta, Lorenzo Azcona, Ferenc Nemeth o José Carra, que han congregado a 20.400 espectadores repartidos en 75 sesiones. Algunas de ellas han contado con la aparición por sorpresa de músicos de renombre como el estadounidense Bill McHenry, el percusionista Rubem Dantas o Jorge Pardo, todo un referente de la escena jazz de nuestro país que se unió el sábado al cuarteto de Jesús Bachiller en una plaza Jerónimo Cuervo que daba gusto verla y escucharla. Es lo que tienen estos días de oro, esta Semana Fantástica.