[Reseña] ANOHNI – HOPELESSNESS
El nuevo Arcángel.
Antony Hegarty, líder de la banda Antony and the Johnsons, ahora es ANOHNI: la nueva personalidad musical que ha emergido de la asunción de su condición femenina. En cierto modo, no es más que la cumbre de una extraordinaria evolución artística y personal que lleva años gestándose: desde el crooner clasicista, orquestal y pop de sus primeros trabajos, hasta la activista ecofeminista que ha resucitado de forma imperativa la canción protesta. HOPELESSNESS, con permiso de su manifiesto Future Feminism y de Manta Ray, la canción con la que fue candidata a Oscar, es su definitiva carta de presentación como tal: un soberbio, severo y descarnado álbum, oscuro pero radiante, con el que recopila, expone y analiza muchos de los temas que actualmente invitan a la desesperanza: guerras, consumismo acelerado, extinción de especies naturales, la pena de muerte y un largo etcétera. Sin embargo, es tal la fuerza con la que nos habla, hay tanta solemnidad, contundencia y dignidad en cómo nos habla, que parece imposible que de verdad algún día podamos perder la esperanza en la raza humana. ANOHNI es, permítanmelo, como ese Arcángel Gabriel que, además de anunciarnos la llegada del juicio final, nos da una última oportunidad para asumir responsabilidades y para redimirnos.
No es en absoluto un detalle menor el hecho de que las bases y la producción del disco hayan corrido a cargo de dos pesos pesados de la electrónica contemporánea: Oneohtrix Point Never y Hudson Mohawke, que revisten la sobrecogedora voz de ANOHNI de manera brillante y elegante. Desde luego, si separáramos por un lado el apartado electrónico del álbum y por otro el vocal, ambas partes formarían discos extraordinarios de manera independiente; pero afortunadamente forman parte de una misma unidad, constituyendo una obra maestra en cuanto a sincretismo estilístico. Hemos escuchado a Antony desnudo, vestido de instrumentación clásica, de pop y hasta de electrónica –en colaboraciones puntuales con Hercules and Love Affair y Oneohtrix Point Never, precisamente–, pero esta nueva versión, descaradamente inmersa en la exploración electrónica más vanguardista, elástica y noble, parece de verdad la cumbre de los procesos de definición artística y de identificación entre su persona y su música. Esto es: un híbrido que juega con la ambivalencia, con la contundencia descarada de los extremos radicales, pero siempre poniendo el corazón por delante.
La intención, o eso declaró la artista, era hacer un disco de electrónica pop bailable, pero ya desde la apertura con Drone Bomb Me queda claro que la temática nos congelará cualquier atisbo de sonrisa fiestera. «I think I want to die / (…) So drone bomb me«, ruega una niña que ha visto morir a toda su familia, al tiempo que la producción se eleva liberadora sobre el vibrato profundo de ANOHNI. Sólo procede ponerse serios. La combinación, en general, es la de unas letras devastadoras enaltecidas sobre bases abiertas y bastante esperanzadoras: como si en la oscuridad fuéramos capaces de ver con mucha más claridad todo aquello que brilla. Así funcionan también Watch Me, donde nos habla sobre la muerte de la privacidad, Execution –sobre la pena de muerte –, con una producción limpia y casi optimista y Marrow; pero sobre todo Why Did You Separate Me from the Earth?, ese impresionante y precioso manifiesto naturalista en el que la voz de ANOHNI se eleva manteada, una y otra vez, rechazando el modelo de vida capitalista –»I don’t want your future / I’ll never return / I’ll be born into the past / I’m never coming home«–, sobre una base exultante y memorable.
Mención aparte merece el single 4 DEGREES, donde lo esperanzador, poderoso y vertical de la ambientación electrónica se torna en ácida ironía al encarnar la artista a una bestia destructora, ansiosa por acabar con la vida animal, feliz ante la idea de que solo hacen falta 4º más de temperatura para que todo arda. Pero más allá de todos esos pasajes de contradictoria esperanza, de luz sobre la oscuridad, hay otros que nos sumergen en la versión más pesimista y negra de ANOHNI. Triste, en el caso de I Don’t Love You Anymore, con una fuerza dramática que crece cuando el decorado electrónico despierta; desengañada, aunque también directa –»Now the news is you are spying / Executing without trial / (…) Punishing the whistle blowers / Those who tell the truth«–, densa y apocalíptica en Obama; y empequeñecida y asustada en Violent Men. En cualquier caso, el sabor general que nos deja HOPELESSNESS no es el de la desesperanza, sino más bien al contrario. Es, por tanto, una obra cuyo poder reside en parte en su capacidad para despertar conciencias: un bello ultimátum artístico traído por el nuevo Arcángel del Apocalipsis.