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Standstill (Madrid, 04-04-2008)

Partiendo de la absoluta veracidad de la premisa «No hay que perderse un concierto de Standstill bajo ningún concepto», es fácil imaginar lo que debemos hacer si, en lugar de una actuación al uso, la banda ofrece uno de sus espectáculos -o montajes, o como queramos llamarlo-. En este caso los prolegómenos corrieron a cargo del argentino Gabo Ferro (antiguo miembro de Porco), que acústica en mano dio un peculiar recital presentando temas de sus tres álbumes en solitario. El patio de la Casa de América, sito en el Palacio de Linares -junto a la céntrica Plaza de Cibeles-, se abrazó con el intimismo que ofreció este cantante de voz más que particular y mente retorcida.

Tras un retraso por motivos logísticos sobrellevado sin dramas por los allí presentes, Ricky Lavado (percusionista de Standstill) apareció luz de camping gas en mano para guiarnos a todos hasta la entrada del pequeño teatro donde tendría lugar el show. En penumbras se nos invitó a sentarnos en el suelo para descubrir que la distribución de los músicos era bien distinta a la habitual, situándose éstos en cinco puntas más o menos equidistantes, envolviendo así al público en lugar de plantándose en frente. Mientras ultimaban los preparativos en una pantalla pudimos ver parte del documental Standstill 1997-2007: 10 años y una zanahoria, en el que anteriores miembros del grupo contaban vivencias y anécdotas pasadas y presentes.

Lo bueno llegó al fin cuando empezó a entonarse 1, 2, 3 sombra con la única iluminación de algunas de esas lámparas de camping gas. A partir de ahí se repasó a conciencia Vivalaguerra (Buena Suerte / Pias, 2006), dando lugar a una cantidad tremenda de momentos para enmarcar. Contribuyó a ello el sonido (mucho mejor de lo que cabría esperar a priori), pero también los variados efectos luminotécnicos con fluorescentes, luces circulares, focos de colores y claroscuros que terminaban por ser un elemento más de cada canción. La risa funesta, La mirada de los mil metros, Víctor San Juan… fueron cayendo una tras otra recordando en vivo por qué conforman uno de los mejores discos del 2006.

La cercanía y la complicidad con la banda fue mayúscula, especialmente en la parte final, cuando Enric Montefusco (voz y guitarra) cogió su silla y se situó en el epicentro de la sala para tocar 1, 2, 3 Sol, que una vez más se postuló como todo un tratado de comunión con la vida, y una versión de minutaje reducido de Yo soy el presidente de la escalera. Lo más grande estaba por llegar, y es que Enric dejó su instrumento para subirse a la silla, animando a todos a levantarse después de una hora incómodamente aposentados para dar rienda suelta entre confetis y enormes globos de colores a un ¿Por qué me llamas a estas horas? totalmente catártico.

Quedaba un bis en el que se colocaron ya todos los músicos alrededor de la batería, rememorando aquellos primeros conciertos en los que sólo las primeras filas los veían. Feliz en tu día, Poema nº3 y Cuando sonaron como espectacular síntesis de su fenomenal Standstill (BCore, 2004). Tuvieron que salir tras una tremenda ovación y griterío interminable para dar las gracias de nuevo disculpándose por no poder tocar más. Pero todos queríamos más, y es que cuando la afonía acecha por no parar de cantar himnos dejándote la garganta, lo último que quieres hacer es marcharte a casa.

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