El diario de Thoreau
Henry D. Thoreau (1817-1862) comenzó a escribir su diario cuando tenía veinte años. Desde ese momento y hasta su muerte completaría más de siete mil páginas que editarían por primera vez Bradford Torrey y Francis H. Allen en 1906. Esta primera publicación se repartía en catorce volúmenes. Luego llegarían nuevas reimpresiones y ediciones –las de Dover Books o Peregrine Smith Books- que irían completando el original tras el descubrimiento de nuevos textos.
En la edición que nos ocupa, El Diario (1837-1861), publicado por Capitán Swing en 2013 y traducido por Ernesto Estrella, Damion Searls intenta condensar en 360 páginas el espíritu de un diario tan desbordante como el de Thoreau. “Hay libros –escribe Searls en el prólogo- a los que una versión abreviada les hace poca justicia y, sin duda, mucho de lo que es esencial en este, se pierde: su alcance, su magnitud, su cotidianeidad. No hay modo de perfilar o simplificar la experiencia de exponerse al hecho de que Thoreau escribió un ensayo bastante extenso sobre los acontecimientos del día, cuyo resultado mensual oscilaba entre las 80, 100 o 120 páginas”. Searls también explica la metodología que ha seguido para podar el diario, trabajo meticuloso y agotador que sólo podemos calificar de sobresaliente una vez terminada nuestra lectura.
Pero, ¿qué encontramos en los escritos de Thoreau? El diario se basa principalmente en las descripciones de sus paseos diarios por los alrededores de Concord (Massachusetts), comentando flora y fauna de la zona, así como sus distintas conversaciones con vecinos y compañeros de trabajo. No todo es andar: también hay tiempo para reflexiones vitales sentado frente al fuego del hogar. Su forma de encarar la vida le llevó a prisión en 1846 tras negarse a pagar impuestos en oposición a la esclavitud en Estados Unidos y a la guerra contra México, hecho que culminaría con la publicación de La desobediencia civil (1848), una de sus obras más conocidas. La otra sería Walden (1854), donde relata los dos años que vivió solo, de 1845 a 1847, en una cabaña del bosque de Walden Pond, aunque siempre cerca de familia y conocidos como Ralph Emerson, probablemente su mejor amigo.
Hay pasajes esclarecedores para intentar entender el pensamiento de Thoreau con cierta precisión. Desde numerosos párrafos dedicados a su particular filosofía de vida, a otros centrados en el hecho de escribir día tras día en el diario: “De todas las cosas inexplicables y extrañas, esta de llevar un diario es la más extraña. No se puede decir nada sobre ello. Si hago un esfuerzo enorme por sacar a la luz mis bienes más íntimos, el mostrador aparece abarrotado con materiales pobres y caseros. […] No tenemos aún el modo de expresar nuestros anhelos, pero si nos mantenemos firmes y obedientes, en un año tendremos a nuestra disposición el lenguaje de los anhelos del año anterior […] Puede que este diario sea un calendario de los flujos y reflujos del alma; y en estas páginas, como en una playa, quizá se acumulen perlas y algas”.
Otros días, Thoreau se dedica a enumerar sus descubrimientos o a intentar describir las sensaciones que le producen la contemplación del cielo y los pájaros. Textos como el dedicado a la primera marmota de la temporada, o la forma de narrar la jornada en que, accidentalmente, inició un incendio en el bosque, nos revela a un escritor de notable prosa, envidiable ritmo y cierto toque humorístico que, suponemos, el autor nunca buscó.
Actualmente se está publicando una edición definitiva del Diario: The writings of Henry D. Thoreau, de la Princeton University Press, consta de dieciséis tomos y cada volumen tiene un precio aproximado de ciento treinta euros. Hagan la cuenta. En cualquier caso, este Diario de Damion Searls funciona estupendamente como creación independiente, completando junto a La desobediencia civil y Walden el grueso de una obra a la que, al menos una vez en la vida, merece la pena hincar el diente.