Recopilando Post-Punk – América
AMÉRICA – NUEVA YORK
La herencia americana que siempre ha impregnado al punk ha llegado a ser totalmente determinante a la hora de tratar de comprender el británico, hasta tal punto que muchos de aquellos artistas aprendieron a tocar sus instrumentos con canciones de sus padrinos americanos. Paul Simon, Sid Vicious o Joe Strummer tocaron una y otra vez los temas de Ramones y New York Dolls. Y es que resultaba mucho más placentero reducir el tiempo de aprendizaje con los tres acordes ramonianos que no “malgastar” dicho tiempo con un enrevesado e imposible solo de Eric Clapton. Así pues, de la Norteamérica de finales de los sesenta con la Velvet, Stooges y MC5 se pasó a ese huracán de propuestas tan variadas que tuvo al CBGB como telón de fondo, convirtiéndose en La Meca del punk, donde, rodeados de prostitutas y drogadictos, los artistas que allí se congregaron consiguieron fructificar propuestas que iban de lo extremo a lo poético, de lo bailable a lo atronador. Conforme iban entrando los 70, los EE.UU. de aquella época eran capaces de hacer florecer nuevos estilos que se iban expandiendo y uniendo a los ya existentes, como sucedió con la música disco, el hip-hop o la no-wave a finales de dicha década.
NEW YORK NOISE (SOUL JAZZ, 2003)
Resulta difícil de admitir la época en que surgieron las melodías y los ritmos de LCD Soundsystem y !!!, y es que la similitud con la corriente estilística de finales de los setenta es más que palpable y, salvando la parte electrónica de ambos conjuntos (todavía sin explotar en los 70), la ecuación punk + funk ha llegado a calar muy hondo en esta década llena de revivales.
Esa conjunción del punk con el funk, con el disco en su total variedad estilística y con la no wave se ven representadas como nunca lo habían hecho en éste recopilatorio de Soul Jazz Records editado en 2003 llamado New York Noise.
Comparando el post-punk británico con el neoyorquino salta a la vista el tratado de las guitarras; el inglés totalmente cortante y peligroso, el neoyorquino mucho más rítmico y enrevesado en su versión no wave. El deterioro sociopolítico de la Inglaterra de aquella época contrasta con la época pre-capitalista americana, los cuales contaban con un sobrado sustento económico sin conflictos bélicos recientes. Y quizá ello tuvo que ver con el carácter más hedonista de la música neoyorquina que comprende los años entre 1978-1982.
Esa pulsión rítmica vitaminizada se muestra en el primer corte de Liquid Liquid, Optimo, con un post-disco que ponía en primer plano percusión y bajo, dirigiéndose más hacia el funk que hacia el punk. En ese mismo estilo post-disco pero con mucho menos nervio aparece el You make no sense de ESG, reinas del minimalismo funk de aquella época, o el genio de Arthur Russell bajo el pseudónimo de Dinosaur L, auténtico rey mutante de la música post-disco.
La no wave se convirtió en el retoño más rebelde del punk, huyendo de la melodía tradicional se ponía más atención a las atonalidades que producían unas enrevesadas guitarras eléctricas. Gracias a la confrontación y a un carácter totalmente abrasivo, es quizá este uno de los estilos donde primaba más, por momentos, la actuación un tanto teatral de sus artistas en directo, enfocando dicha performance hacia un arte visual más que musical. De ahí se rescatan los principales himnos del género, como el Contort yourself de James Chance o Helen Fordsdale de Mars.
Y no podía faltar un género que precisamente acababa de nacer en las calles del Bronx, el hip-hop en su versión old-school, que tiene su representación con Rammelzee vs K-Rob y Defunkt en los fantásticos cortes Beat Bop y Defunkt.
Mención especial la de este recopilatorio que te permite descubrir temas del calibre de Baby Dee de unos desconocidos Konk o las lecciones guitarreras de Glenn Branca, maestro escondido de Sonic Youth y/o del noise-rock de los 80.
NO NEW YORK (ANTILLES, 1978)
Brian Eno consiguió convencer a Island Records de la publicación de un álbum recopilatorio con los mejores grupos de finales de los 70 de una fugacísima escena que culminó en Nueva York y que se denominó no wave.
No es digerible ni a la primera escucha ni probablemente a la segunda, pero si se le presta atención a lo que hubo antes y después, seguramente se empiece a entender esa visión tan impactante que tuvo. Junto con Glenn Branca, la no wave fue la responsable de hacer picar la curiosida de Lee Ranaldo y Thurston Moore hacia las disonancias y asonancias de sus guitarras, tratando de huir de los acordes utilizados hacían ya 30 años una y otra vez. Afinaciones imposibles que conseguían crear melodías completamente nuevas, y que fueron totalmente abrasivas en la escena mencionada.
Pese a intentar colocar temas de hasta 10 grupos, al final fueron cuatro los elegidos: DNA, James Chance y sus Contortions, Mars y Teenage Jesus and the Jerks. Quizá destaquen de entre estos cuatro la estrella James Chance y Mars, de los cuales se ha hablado en los recopilatorios mencionados anteriormente.
Como ejemplo, dejamos un hilarante Helen Fordsdale de Mars.
MUTANT DISCO (ZE, 1981)
A principios de los 70, cuando surgió la música disco era fácil ver a unos cuantos roqueros increpar contra dicha música, saliendo en vídeos donde de manera explícita destrozaban mesas de mezclas tratando de elevar a la máxima potencia su propio y arcaico entendimiento del rock. Sin embargo, como siempre sucede, la lógica se impuso al cabo de los años y el género disco se fundió con el rock, el punk y el pop, generando estilos totalmente variados, y en su mayoría, con cierta tendencia al hedonismo.
Destacar el previsible origen de los artistas aquí congregados, como no podía ser de otra manera, Detroit y Chicago, o lo que es lo mismo, las ciudades que vieron germinar los futuros techno y house.
Para ser el eslavón perdido entre sonido funky house, la disco de los primeros 80 sonaba mucho más marciana que el paradigma de disco de Fiebre del Sábado Noche (John Badham, 1977), y es que el ciclón punk había dejado restos de otras corrientes musicales por todos lados. Hasta llevar a cabo una continua revisión de viejos éxitos, como sucede con el Drive my car de los Beatles revisionado por Cristina, o la versión de Misión Imposible llevada a cabo por Lizzy Mercier Descloux, donde se potencia el bajo produciendo ritmos secos pero profundos que acompañan a unas guitarras muteadas.
La disco de entonces no servía simplemente para bailar, sino que también podía jugar con las profundidades (influyéndose a veces del dub) para crear atmósferas más intrigantes o hipnóticas, evitando un tanto la parte hedonista tan innata en la música de aquella época.
De entre todas las composiciones destacan las de Kid Creole por su aportación un tanto latina y chispeante en I’m a wonderful thing baby y Annie, la vitamínica Deputy of love de Armando o la tremenda energía generada por la mágica melodía de Was (Not was) en Wheel me out.
La inspiración reinante a finales de los setenta en Nueva York resultó ser tan efervescente que aún todavía sus herederos parecen recoger dichas musas para plasmarlas en los mejores discos facturados en esta década que ya se acaba.
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