Stanley Brinks + Freschard (Barcelona, 15-01-09)
André Herman Düne me aburrió. Me sabe mal afirmar algo así porque es un tipo que me cae simpático, pero no les puedo mentir. El ex-Herman Düne volvía a Barcelona para presentar, bajo el pseudónimo de Stanley Brinks, su primer disco oficial, Dank U (Ciao Ketchup Recordings, 2008), con este su nuevo alter ego. Hace aproximadamente un año el autor, junto a su hermano David-Ivar, del grandioso Non On Top (Track & Field, 2005), nos visitaba en el mismo lugar, la sala Heliogàbal, y con la misma compañía, la adorable Freschard. El concierto de entonces fue inolvidable y, al enterarme que volvía a la ciudad, puse pies en polvorosa para hacerme con la entrada de uno de los dos conciertos programados (huelga decir que, con los precedentes que trae el amigo André, el sold out se colgó para los dos días en poco tiempo).
La noche empezó bien: abrió la parisina, de timidez y eterna sonrisa que enamora, con un repertorio de canciones normalitas que crecen y toman forma, convirtiéndose en algo realmente bonito con las muy acertadas intervenciones de André. Así pues la «telonera» había cumplido con creces su papel cuando la magia que se intuía para el resto de noche se rompió. Quizás es cosa mía, porque el resto del público estuvo entregado desde el primer momento, riendo el ingenio de Stanley Brinks, en ocasiones más por demostrar que ahora sí entendemos inglés que por la ocurrencia en sí, y dando palmas de manera desmesurada (por alguna extraña razón, hay gente a la que enseguida le sale la vena flamenquilla en los conciertos). Pero no nos dejemos engañar por el júbilo y las ganas de pasarlo bien que tenemos todos en estos tiempos sombríos: el señor Herman Düne le echó más cara que espalda. Eso no fue un concierto, fue un tipo explicando sus chistecillos y, muy de vez en cuando, tocando tímidamente la guitarra o el clarinete (de vergüenza ajena el tema con este último instrumento y a cappella). Ni tan siquiera sus ya famosas revisiones de calipsos se salvaron de la quema.
No sé, llámenme clásico, pero un concierto es otra cosa: es lo que se vio unos minutos antes junto a Freschard. Sea como fuere, y por todo lo que me ha aportado en el pasado, le daré otra oportunidad la próxima vez. Pero sólo una.