[Crónica] Nos Primavera Sound 2014 (Porto, 05/07-06-20114)
JUEVES 5 DE JUNIO
El Primavera Sound de Porto sigue creciendo. Esta ha sido la tercera edición, la primera con el nuevo patrocinador NOS (fruto de la fusión del anterior, Optimus, con otra empresa de telecomunicaciones), y el festival parece claramente consolidado. Ni siquiera la lluvia, persistente amenaza, impidió el éxito musical y de público este fin de semana en el Parque da Cidade de Matosinhos, Porto. Más de 70.000 visitantes durante tres días, en los que hemos visto desfilar a algunas de las estrellas más rutilantes del panorama actual de la música, en todas sus vertientes. Un eclecticismo que, ya desde el primer día, fue la nota característica del festival: combinando la fiereza juvenil de Haim o Sky Ferreira, propuestas de por sí revisionistas, con la veteranía y maestría de Caetano Veloso, el arranque de los australianos Jagwar Ma, en plano electrónico para cerrar la primera noche, y con el rapero Kendrick Lamar.
La joven Sky volvió a demostrar el jueves que le faltan tablas para superar sus inseguridades. Por momentos su voz rendía, pero dejó claras dos cosas: la desconexión total con su banda y una incapacidad alarmante para escucharse en el contexto de ésta. Sonó rockera como en Barcelona, evidentemente gracias a la instrumentación, pero la californiana no parece querer entregarse a un sonido conjunto, como si temiera en todo momento perder protagonismo y alejarse de los focos. Todo lo contrario que las hermanas Haim, que se compaginan y entremezclan visual y musicalmente a la perfección sobre el escenario, como si éste fuera el salón de su casa de toda la vida. Dan rienda suelta a su rock entusiasta y fresco con exquisita eficacia, sobradas de electricidad y fogosidad; y demostrando, ante todo, que tocan de maravilla. El problema que tienen es que gran parte de su público (el de las primeras filas) seguramente no distingue demasiado entre Sky Ferreria y ellas: dos vertientes bien distintas del mismo fenómeno.
Debido a la estrecha relación entre Portugal y Brasil, era lógico pensar que en Porto habría una mayor afluencia al concierto de Caetano Veloso que en Barcelona, pero lo cierto es que no fue así, ni proporcionalmente. El baiano ha decidido internacionalizar más que nunca su obra, exportando un espectáculo con escenografía y presentación casi teatral, con el que, literalmente, manda un enorme abrazo de fraternidad al mundo. Su elegancia es fruto de la sencillez y de la sinceridad, y su música lo refleja al detalle. Un músico que jamás se ha cerrado puertas, que ha interiorizado el cambio de los tiempos como nadie, y que ha logrado mantener un discurso y un estilo propio y coherente precisamente gracias a ello. Presentó canciones que, sin perder el eminente sello brasileño, exceden en ocasiones la demarcación de sus fronteras, volcándose mucho al rock y apoyándose en ciertas prestaciones del pop. Canciones, muchas de ellas, de la gente coreaba como himnos.
Algo parecido pasó, aunque en un plano musical completamente distinto, durante el concierto del rapero Kendrick Lamar. Presentado como cabeza de cartel, el californiano parece asumir sin complejos ni excentricidades el papel de nueva estrella del hip-hop internacional, comportándose sobre el escenario como un intérprete brillante que huye de estereotipos banales, fanfarronadas y otros pecados de la pose. Un tipo serio, educado y centrado en la música, que mueve ya legiones de seguidores que repiten chillando sus palabras. La primera jornada la cerraron los australianos Jagwar Ma, la enésima aunque irresistible propuesta de electropop que coquetea con lo psicodélico. Un concierto sucio y un tanto cacharrero para finalizar, pero dicho en el mejor de los sentidos. También luminoso e intrigante, y muy apropiado para las 2 de la madrugada. Con todavía un amplio margen de mejora y definición, su directo dejó la sensación de que habrá más y mejor de Jagwar Ma en un futuro cercano.
VIERNES 6 DE JUNIO
Tras las buenas sensaciones que desprendieron la semana pasada en Barcelona, abrimos la segunda jornada del Nos Primavera Sound con Midlake. Una banda de exquisita preparación, refinados modales musicales, y poseedora de un montón de canciones preciosas. Rock con acento folk, pero de un rural que en absoluto nos remite a ignorancia o aislamiento. Su concierto en Porto no hace sino corroborar las ganas que tenemos de verlos en sala. Igual que a Warpaint, a quienes la luz del día resta potencial de ensoñación. Tocaron a continuación, y las primeras filas volvieron a llenarse de jóvenes féminas en busca de ídolos de su mismo sexo y estilo. Habrá que estar atentos a su evolución, porque corren el riesgo de exigirse poco más, conformándose con el espectro de público al que, de momento, han logrado llegar. Musicalmente, en cualquier caso, tienen la lección bien aprendida, y se interpretan con bastante corrección y fluidez.
Entonces llegó el turno de Slowdive, y las dudas sobre cómo sonarían en directo después de tantos años se resolvieron en seguida. Hubo quien no pudo contener las lágrimas, porque el nivel de emoción rozó niveles casi insoportables. Crearon estructuras arquitectónico-musicales endebles, como son ellos, pero directas al cielo; y a base de guitarrazos limpios y en cascadas, como solo ellos saben hacer, lograron atravesar las nubes, pues su único destino posible es estrellarse contra un firmamento lleno de constelaciones bien visibles. Dieron un concierto más que antológico, inolvidable. Uno de sus secretos, en mi modesta opinión, fue que hacen de la imperfección y de la fragilidad su perfección y su fuerza: como si de verdad aun creyeran que el poder del amor, llegado el caso, y con el empuje en la correcta dirección, puede con todo. Escuchar cantar a la vez a Neil Halstead y a Rachel Goswell ha sido, además, una de las mejores experiencias del festival. La cumbre del shoegaze; en un día muy post-rockero.
Sin apenas pausa para digerir a Slowdive, nos embarcamos en el apasionante viaje de dos horas al infinito musical de Godspeed You! Black Emperor. Los canadienses son la excepción de todo lo conocido: majestuosos, sobrios y endiabladamente de culto, parecen querer traducir con el mejor post-rock instrumental del planeta todo lo que es inexplicable en la naturaleza, sin miedo a explorar esos lugares recónditos y carentes de vida que hay en el extremo del universo, o más allá del día en el que la humanidad se extinga. Poderosa y valiente escatología, en su sentido más amplio y trascendental, al servicio de una música que resulta absolutamente categórica. Sin ir más lejos, su colocación sobre el escenario, casi de espaldas al público, recuerda a las misas de antaño, cuando los sacerdotes se decían enviados de los dioses, y era a ellos a quienes miraban. Aunque, todo hay que decirlo, su música infinita cabe mejor en el espacio finito y callado de una sala.
La última pieza de esa inmejorable trinidad de bandas post-rock que protagonizaba la segunda noche de Nos Primavera era la de Mogwai. Los escoceses venían de meterse Barcelona en el bolsillo (detalle de la senyera aparte), y no hicieron menos con el público de Porto. Con su habitual humildad y perfecta coordinación volvieron a mostrar ese sonido total, que crece y crece cada día, y que nunca jamás se aparta de las líneas que un día marcaron. Nadie combina como ellos un último single publicado con una canción de hace 17 años: Mogwai Fear Satan, donde hacen que el planeta entero se detenga antes de explotar. Mogwai son como ese amigo fiel que no ha cambiado un ápice en 20 años, cercano y de confianza, pero que sobre un escenario se destapa con uno de los mejores y más pulidos directos del mundo. En este caso, y no siendo tan sobrecogedores como GY!BE, se trata de un post-rock pre-apocalíptico.
SÁBADO 7 DE JUNIO
El último día de festival era de nuevo de nombres propios. Era el día de The National, sí, pero también el de Lee Ranaldo, Jeff Mangum, John Grant o el de Annie Clark. Un día de iconos, y el primero en el que vimos un poco de sol. Fue durante el concierto del ex Sonic Youth, que con su nueva compañía repetía en Porto dos años después de su visita en solitario. Lee Ranaldo sigue siendo el mismo guitarrista indomable de siempre, y su voz sigue mostrándose insultantemente joven. Algo más que reminiscencias de un pasado glorioso. Volvió a nublarse cuando le tocaba a John Grant, aunque no llegó a diluviar como en Barcelona. Esta vez pudimos asistir secos y en condiciones a su recital, comprobando de primera mano lo imponente y a la vez tierno de su figura, y el encanto natural que tienen sus palabras. El de Parker, Colorado, es un artista como la copa de un pino, uno de esos raros compositores que llegan de verdad al corazón de sus oyentes.
Entre medias había actuado Jeff Magnum y su gitanesca banda Neutral Milk Hotel. Su directo no se parece a ningún otro: suspendido en un tiempo indefinible y un lugar que parece estar entre Macondo y Oz, los de Loussiana parecen haber reinventado el concepto de lo que es ser indie, pero a diferencia de otros, ellos se mantienen fieles a esa forma de ser y actuar. Las reglas no van con ellos, y sin ellas consiguen tener más musicalidad que nadie, recurriendo a cuerdas, vientos, acordeones, sierras o campanillas. Lo que haga falta para que su sonido reproduzca la libertad interior que han de sentir los componentes de NMH. Sus acabados al natural, sin maquillaje ni falsos retoques, hicieron las delicias de un público que tampoco es que se agolpara por verles. Puede que incluso alguno entre los de las primeras filas estuviera allí más que nada por esperar a The National, que tocaría en ese escenario a continuación.
Porque se ve que la banda de Berninger, los Dessner y los Devendorf ha alcanzado ya las cotas más evidentes y altas del estrellato. Su directo rezumó clase en todo momento, haciendo las delicias de un público que no pudo hacer sino emocionarse con el sentir y la interpretación de un Berninger que no arrugó un centímetro de su imponente traje al mezclarse repetidas veces con las masas. Se permite ser humano, ligeramente trastocado y cambiando a su antojo la entonación de sus temas; y todo porque los Dessner sostienen el sonido de la banda como si simplemente hubiera que mantear al vocalista para que dé lo mejor de sí mismo. The National protagonizó la actuación de la noche, con aparición de la Clark sobre sus tablas incluida, y declaración de amor de ésta en su posterior actuación. La elegancia y la nobleza son sinónimos inseparables de The National, en lo musical y en lo estético.
Con St. Vincent, justo a continuación, empezaba la recta final. La tejana ha dado un importante paso hacia adelante con su último trabajo discográfico, y el directo con el que lo presenta, consecuente y calculado al milímetro, nos habla de una artista que definitivamente ha cruzado la línea. Tan explosiva como siempre pero mucho menos carnal y humana, Clark ha reordenado su imagen y su presencia ante el público añadiendo un distanciamiento de diva que, lejos de resultar pretencioso, parece responder a una necesidad de autoprotección. En cualquier caso, y pese a la reflexión evidente sobre lo artificial de un éxito de masas en nuestros días, Annie Clark siempre nos sorprenderá por su personalidad y valentía, por el característico sonido de su guitarra, y por su carismático liderazgo. Aunque para carisma y liderazgo, siempre a la hora de mover al personal, los de Nic Offer y sus !!!.
Era una forma inmejorable de acabar el festival, y una fórmula casi mejor aun de retomar fuerzas después de un fin de semana entero para tratar de aguantar hasta Pional. No fue nuestro caso. El espectáculo de los norteamericanos, dirigido por el incombustible y desvergonzado Offer, representa siempre un golpe de frescura procedente de ecos del dance, del funky, del synth pop y del post-punk, pero lo único que importa es que expresan el ritmo con un descaro tal que se hace irresistible el contagio. Si te queda movilidad en las caderas, los !!! seguro que te la sacan. La última parada, ya casi de camino a casa, fue para ver la tormentosa propuesta de Ty Segall. Promesa y presente del garage más escandaloso y salvaje, quedó arrinconado por unos horarios que ya no invitaban a excesivos desmadres. En cualquier caso, quien se los permitiera tenía posibilidad de continuación más adelante también con Cloud Nothings. Un final no apto para los más débiles, que es donde un servidor se suele colocar.
Fotos de Pablo Luna Chao.
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