[Reseña] Joana Serrat – Dear Great Canyon
Hay elementos de la cultura norteamericana que han superado con creces la delimitación de sus fronteras. En realidad, infinidad de ellos. Solo así se entiende que una persona como Joana Serrat, originaria y residente de la comarca de Osona, en el interior de la provincia de Barcelona, tenga en su imprinting tan claramente marcado el sello de la música americana. De niña se educó con vinilos de Neil Young, Bob Dylan y de otros constructores del mito de un folk que unió las puntas de un país de enorme y riquísima diversidad cultural y demográfica. Ahora, estrenando la treintena, ha logrado aportar su pequeño granito de arena a la causa con un disco muy bien trabajado, completo, y de intenciones perfectamente definidas. Más allá de la plantilla que lo ha hecho posible, Dear Grat Canyon (El Segell, 2014) es la obra que define a Joana Serrat como artista plena: filtro casi automático, puro y sincero, de unas influencias evidentes, transformadas en un lenguaje y mensaje propios. Causa y consecuencia natural.
Aunque de manera oficiosa Dear Grat Canyon es la carta de presentación de Serrat, en realidad se trata de su cuarto trabajo discográfico. Anteriormente se había autoeditado dos álbumes bajo el nombre J. S. T., sus iniciales, y otro hace tres años usando ya su nombre completo; pero es ahora cuando ha dado el paso decisivo, convirtiéndose poco menos que en embajadora. Puede que el eminente salto cualitativo de su última entrega se deba, en parte, a la participación de gente adecuada, como Howard Bilerman (productor del Funeral de Arcade Fire o el último de GY!BE) o Gavin Gardiner (miembro fundador de The Wooden Sky), pero sobre todo es gracias al enorme talento de Joana Serrat y a su modesta ambición. Lo que comúnmente llamamos intentar alcanzar un sueño. Su fichaje por El Segell del Primavera Sound, además, parece que ha terminado de encauzar su sonido en la dirección correcta hacia el éxito de público.
Lo que más sorprende de este álbum es la facilidad con la que Serrat se acerca a la estética parda del género americana, dándole un giro personal, pero sin perder el norte en ningún momento. Pese a los coqueteos o licencias con el pop que se permite en Flowers On The Hillside y sobre todo en Green Grass, Dear Grat Canyon es un compendio de grandes momentos de un folk terrenal y tremendamente fértil. A caballo entre las grandes praderas del midwest y la geografía de su tierra natal, es la instrumentación, acertada no, acertadísima, lo que decanta la balanza haciendo que huela tanto a Norteamérica. El banjo de Cold y So Clear, los arreglos de cello y otras cuerdas, esa maravillosa steel guitar, absolutamente omnipresente durante todo el disco, y los acentos de guitarra y percusión en general. Todo mezclado mediante unas capas que, pese a su cuidadísima colocación una junto a (o sobre) otra, no esconden excesiva complejidad estructural. La melodía siempre es cristalina, y más en la suave y delicada voz de Joana.
Luego hay temas como The Blizzard que funcionarían bien en cualquier contexto que lo coloques. Una línea melódica maestra, sufrida y esperanzadoramente digna, como mandan los cánones del country femenino, con un in-crescendo hacia la épica que simboliza, mejor que cualquier otro tema del principio, ese ascenso del que habla Serrat en referencia a su trabajo. Una canción sublime que, colocada acertadamente al principio, engancha para el resto del disco. El corpus estético de americana, en cualquier caso, lo marcan temas como Stop Feelin’ Blue, Cold y The Wandered, la vibrante So Clear, la pequeña joya The Secret, y ese final intimista con la sucesión Yellow Rider, Place Called Home y Came Out Of The Blue. Te va calando sin que te des ni cuenta. Como la lluvia en la tierra buena. Porque Dear Great Canyon es solo el primer fruto de un cultivo, el de la música americana en su propio interior, que ella misma comenzó siendo todavía una niña. Las raíces, desde luego, las tiene bien plantadas.