Crónica: Oso Leone (La Pedrera, Barcelona, 10-04-2014)
Como beber hidromiel de la buena en el Olimpo.
Dicen que algunas experiencias de la vida, no todas, ganan o pierden algo según el lugar o el contexto en el que las realicemos. Por eso nos parece más sublime tomar una copa de champagne dentro de un jacuzzi que no en el cuarto de la lavadora, o nos sabe mejor una cerveza recostados en la playa que en un triste y deprimente bar de carretera de mala muerte. Aunque la experiencia sea físicamente la misma, el contexto siempre importa, y puede llegar a modificar incluso nuestra percepción tanto para bien como para mal. Ayer, sin ir más lejos, la actuación del quinteto mallorquín Oso Leone empezó ya con un punto a su favor solo por el hecho de presentarse, con proyecciones incluidas del joven diseñador Mau Morgó, en el ilustre emplazamiento del pequeño auditorio de la Casa Milá, conocida también como La Pedrera. Fue algo así como beber hidromiel de la buena en los butacones del Olimpo.
Porque una cosa está clara: los Oso Leone, además de haber firmado el mejor disco nacional del año pasado [Mokrágora (Foehn Records, 2013)], están alcanzando unas cotas de nivel altísimas en sus directos. Están en ese punto óptimo de maduración en el que parecen rebosar de manera inacabable un dulce y mágico néctar que sabe a música aun sincera y libre de etiquetas. Un punto en el que el corpus básico de su sonido, sus fundamentos más estructurales y reconocibles, se hallan ya perfectamente acoplados unos con otros, y en el que se permiten introducir leves pero evidentes modificaciones sin perder un ápice de esa personalidad musical tan suya e inimitable. Celebraban, de algún modo, su reciente fichaje por El Segell del Primavera, en la víspera de su esperado concierto en la Joy Eslava de Madrid, y en la antesala de su participación en el próximo Primavera Sound. Aunque desde el principio hayan sido una promesa cumplida con creces, parece que es ahora cuando hay que apostar en serio por Oso Leone.
Ayer volvieron a dejar boquiabiertos a todos los que acudían por primera vez a un concierto suyo. Más allá de la sugestión del emplazamiento y del efecto de las visuales de Morgó, los baleares crearon la sólita atmósfera cálida y onírica con la que envuelven a cada espectador casi personalmente, abriendo el recital con las cadenciosas y magistrales Ficus, Ficus II y Alçaria, e invitándonos a todos a volar planeando. Sus canciones en disco siempre han sido bosquejos de lo que luego desarrollan sobre el escenario, como si fueran libros de bocetos donde se registran de manera limpia y precisa las líneas maestras de su sonido, pero en los que sigue imperando igualmente ese claro y luminoso silencio del folio en blanco. Sin embargo, su instrumentación en directo no ha dejado de desarrollarse y enriquecerse poco a poco durante estos años; y anoche, mediante la inyección de sutiles y medidos detalles de teclado, percusión y de cuerdas, lograron mostrar su versión más abundante materialmente hablando.
Las mismas ondulaciones desérticas que proponía Mau Morgó con sus proyecciones se vieron acentuadas en la rugosa Clivia, a través de un acompañamiento más denso para la doble percusión. También en Rebellion, la única que interpretaron de su primer álbum Oso Leone (Foehn Records, 2011), hubo cambios significativos: tras un inicio más minimalista de lo habitual, sonó casi irreconocible por una mayor intensidad instrumental que resultó ser otro acierto. Habían ido aumentando la velocidad de crucero de forma gradual y culminaron el concierto con una versión de Cactus más electrificada y poblada. Tal vez no lograron acristalar completamente su sonido debido a las condiciones del emplazamiento, sobre todo en lo referente a sus irremplazables silencios, pero al optar por esa vía más rebosante demostraron que están más que preparados para dar el salto definitivo. Recursos no les faltan, y seguro que no han mostrado todavía todas sus cartas.
Fotos de Pablo Luna Chao.
Esucha el setlist del concierto en Spotify.