Crónica: Youth Lagoon (Razzmatazz 2, Barcelona, 07-11-2013)
Trevor Powers parece un hombre de pocas palabras, reservado más que tímido, y de naturaleza un tanto mustia. Seguramente, si cualquiera de nosotros se cruzara con él en el metro o en la calle un día cualquiera, tal y como se presenta en sus conciertos, pensaría que es un ser infeliz, incomprendido o perdido en una maraña social que le supera por completo. Su aspecto, e incluso su música, nos describen una personalidad de fondo en apariencia reacia al contacto con el exterior. Sin embargo, como si de una discreta y húmeda flor de interior se tratase, descontextualizada quizá, pero igualmente hermosa, Powers es capaz de desprender un aroma penetrante y denso que se extiende y se impregna por toda la estancia en la que está. Poco a poco su presencia se hace dominante, colonizando cada partícula de la atmósfera cerrada con su textura aterciopelada, su calado cromatismo y con la belleza armónica y natural de sus melodías: es entonces cuando se convierte en Youth Lagoon.
Ayer se subió por primera vez a un escenario en nuestro país, y lo hizo en la sala Razzmatazz 2 de Barcelona para presentar un segundo disco, Wondrous Bughouse (Fat Possum, 2013), que le he confirmado esta primavera como uno de los nuevos y más interesantes valores del panorama dreampop internacional. Acompañado de una banda completa que le interpreta a la perfección, Trevor Powers se vistió de Youth Lagoon para invadir el exterior con la sedante y poderosa presencia de su interior. En cierto modo fue como si hubiera invertido el sentido de su propia corteza física, proyectando hacia fuera todo el universo y la infinita musicalidad que normalmente tiene dentro. Y dado que no podemos entrar todos en su sagrada habitación para escucharle en su contexto natural, nos conformamos, igual que hacemos con algunas flores exóticas, con dejarnos dominar por unas sensaciones y estímulos para los sentidos que nos transporten de algún modo allí.
Una vez dentro, el paisaje del interior de Powers se nos aparece como una amplia naturaleza medio real medio fantástica: como El jardín de las Delicias; dibujada, eso sí, por una mano experta, como la de Picasso, en el infravalorado arte de intentar pintar como un niño. Desde el inocente y juguetón bailoteo de Attic Doctor, con el que empezó, hasta el delicioso canto rebosante de optimismo de Dropla, con el que casi acabó, todo el concierto de Youth Lagoon fue como un paseo impagable por la mente y los sueños de un niño cuyo único amigo es su infinita creatividad e imaginación. No duró mucho más de una hora, pero como ocurre en los territorios de lo onírico, el tiempo pareció dilatarse a su antojo y de diversas formas, sobre todo en temas como Raspberry Cane o Daisyphobia, hacia la mitad del recital. Pero de entre todos, el sueño más real pareció la extraordinaria Mute, la canción que eclosiona en un temazo, que con banda suena aun más nítida y majestuosa.
En general, toda su música pareció beneficiarse de la compañía instrumental con una mayor definición y un mayor agarre a la realidad tangible, que no parece ser el objeto preferido de la atención de Powers. Youth Lagoon, tal y como los vimos anoche, forman un conjunto muy equilibrado con un sonido claramente diferenciado con respecto a cualquier otro. Además, la banda parece funcionar de algún modo como la enorme caja de resonancia que necesita la voz de Powers para intensificar el efecto embriagador y profundo de su aroma: como si una flor, mediante la amplificación adecuada, consiguiera reproducir ella sola la pegajosa atmósfera de un invernadero abarrotado. Fue, en definitiva, uno de esos conciertos que puedes llegar a disfrutar con los cinco sentidos.
Concierto organizado por Cloudy Dog y Houston Party.
Fotos de Pablo Luna Chao.
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