Crónica: A Place To Bury Strangers (Razzmatazz 3, Barcelona, 31-10-2013)
Lo que el humo y el ruido esconden.
A Place To Bury Strangers se presentaron anoche en Barcelona, en medio de una atmósfera total de Halloween, para demostrar una vez más que la realidad casi siempre supera a la ficción. Los disfraces, la actuación y el coqueteo por una noche con lo terrorífico y lo macabro, por mucho maquillaje y adorno made in china que tuvieran, quedaron completamente desmontados y anulados por el estruendo real y palpable del trío norteamericano. Poderosamente materiales y rebosantes, reprodujeron de alguna manera ciertos elementos que en la actualidad utiliza el cine de terror para provocar en el espectador los efectos deseados: desde una iluminación y un montaje visual entrecortados y amenazantes, hasta la puesta en contacto indirecta del individuo con su propia fuente de terror. Porque el miedo solo es de verdad cuando uno mismo está frente a él, en carne y hueso, y no a través de una simple evocación.
El concierto se movió siempre dentro de los parámetros musicales del noise, de estilo muy vehemente y bastante cercano al post-punk, aunque la banda se dedicara mayoritariamente a esprintar a toda velocidad por el cable tenso que delimita sus extremos. Teloneados por sus compatriotas Bambara, que mostraron cierto desequilibrio a la hora de inundar la pequeña sala con su ciclópeo sonido, los A Place To Bury Strangers, sin embargo, supieron milagrosamente cómo encajaba su aparatoso monumento al ruido en la reducida Razzmatazz 3, consumiendo cada molécula de espacio con un abrasador y voraz aullido electrificado. Fue como estar encerrado con una bestia salvaje en su propia jaula, sabiendo que ese es ahora el único coto de caza que le queda, y que en cualquier momento puedes ser devorado. Una bestia que, además, se esconde y gruñe entre las tinieblas.
Desde el primer momento impregnaron la sala con una niebla espesa y plomiza. Intuimos, por tanto, que Oliver Ackermann lideró a su banda a través de la guitarra, pero no con la sólita frontalidad o desde el protagonismo narrativo habitual: su aportación es la viva imagen sonora de una tormenta eléctrica que no atiende a las leyes de la composición ni a las de la armonía. Hace de lo imperfecto y de lo brutal un canon sobre el que poder moverse libremente, apoyándose en un motor que le conduce, y que nace de la unión, a clavo y martillo, de la batería y el bajo. Lo curioso es que, en cierto modo, conduce también al público a través de su propia imaginación: como si la banda pusiera la escena, con una atmósfera sonora saturada y turbia, y nosotros, de la mano de Ackermann y dibujando con nuestra propia psique la forma de nuestros temores más profundos, la completáramos transformándola en real.
En ese sentido, la experiencia de A Place To Bury Strangers en directo resultó muy efectiva. Puede que fuese simple sugestión por la onomástica, pero con tanto humo y ruido pienso que proporcionaron el aislamiento necesario para que el público se sintiera como en una especie de camino personal e intransferible hacia el infierno. Porque si hay algo tan aterrador e intrigante como la oscuridad es, sin duda, una imagen borrosa o poco definida de algo que tu mente, de forma estrictamente racional, interpreta de antemano como amenazante y horrible. En este caso, la mecánica cruel del ritmo y la furiosa aspereza de las diez cuerdas fueron base más que suficiente para que las sensaciones resultantes fueran más allá de lo rigurosamente musical. El colofón fue, sin duda, el claustrofóbico cierre con I Lived My Life To Stand In The Shadow Of Your Heart.
Concierto organizado por On The Road, y enmarcado en el 15º Aniversario de Razzmatazz.
Fotos de Pablo Luna Chao.
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