balago + GAF (La[2] de Apolo, Barcelona, 24-10-2013)
Entre lo etéreo y lo material.
Anoche en La[2] de Apolo había doble cita con lo invisible. Dos representantes de la casa Foehn, coincidente y a la vez complementarios en su definición, actuaban a la luz de la escasa iluminación de la sala, en lo que fue un ambiente propicio para que ambos, cada uno desde su perspectiva, reinterpretaran su visión de la oscuridad. Los canarios GAF eran, valga la redundancia, la estrella invitada en la noche, y el trío local balago actuó de anfitrión, abriendo también en el tiempo la velada y caldeando, dentro de lo posible, una atmósfera que resultó en todo momento un tanto incompleta. Fueron dos partes bien diferenciadas, 45 minutos los primeros y una hora los segundos, en las que el público disfrutó seguramente de manera desigual, culminando más los canarios que incitando los catalanes.
El trío formado por David Crespo, Guim Serradesanferm y Roger Crespo, presentaba el quinto trabajo firmado por balago, apelativo bajo el cual siempre se ha cobijado el primero de ellos, en ocasiones incluso de manera solitaria. El trabajo de ocultación y desligamiento consigo mismo parece haber rebasado fronteras casi definitivas en Darder (Foehn Records, 2013), y la puesta en escena de ayer en directo demostró que la encriptación puede alcanzar niveles verdaderamente indescifrables. En una disposición plenamente frontal, el sonido emitido por el trío se mostró como un sólido e inexpugnable argumento, incontestable en coordinación y en la iluminación de esas líneas maestras que, a la postre, marcan la morfología y la narración de su última obra, pero absolutamente impenetrable y tal vez en exceso categórico. Es como si transmitieran la cruda ausencia de piedad de las fuerzas cósmicas que traducen en música.
Nunca hay en balago alteraciones extremas ni ritmos catárticos: la historia que cuentan no se decodifica en dramas ni en esquemas o compases dramatúrgicos de ningún tipo. No hay efectismo más allá del que crean con el monolito electrónico. Las propuestas de Foehn proceden generalmente de las antípodas de lo convencional, y aunque balago no sea precisamente de las más difíciles de escuchar, ayer se movieron en unos parámetros que en todo momento, y en todos los ámbitos, dieron a entender que su hábitat natural no dejará de ser nunca la minoría. El caso de GAF, por el contrario, parece ser distinto. Con una amalgama riquísima de estilos de vanguardia en su fórmula, los canarios parecen disponer de ese poder de persuasión y convocatoria que poseían los antiguos chamanes. Adoradores de las mismas fuerzas de la oscuridad, también los GAF acabaron en enajenación.
La formación invitada, constituida a través del encuentro de varias líneas experimentales perdidas, se presentó en su actual formato de sexteto, y se dispuso sobre el escenario de una manera semicurcular que recordó a Godspeed You! Black Emperor. Dos guitarras, un bajo, dos teclados, una batería y una trompeta, amén de la ya imprescindible maquinaria electrónica, conforman la poderosa instrumentación de esta banda de kosmiche o post-rock de avant-garde que ayer el La[2] de Apolo no dejó a nadie indiferente. La intensidad, en todo momento creciente, resultaba en ocasiones incluso amenazadora, como si se pudiese preconizar una evolución aún más mortífera. Y no es que al final confluyera todo en un acople distorsionado ni nada de eso, pero la sensación era como la que subyacía en cada capítulo de Breaking Bad: parecía inevitable que todo fuese de mal en peor.
La retórica de GAF fue, en ese sentido, mucho más teatral e intensa que la de balago, y provocó mucha mayor implicación por parte del público. Tras el ejercicio de contención de los primeros, el desgarro cultural de los segundo resultó un trabajo mucho más potente de interpretación, y una propuesta a la que se podía hincar el diente de manera más directa. Los canarios impresionaron además por una plástica muy atractiva y sugerente, traducida en una música que en definitiva parece más destinada a atmósferas sociales como son los conciertos, que la que proponen Crespo y compañía. Con todo, fue una noche interesante de sonidos de exploración conceptual, y de vanguardia del panorama nacional. Una noche claramente dividida entre lo etéreo y lo material.
Fotos de Pablo Luna Chao.
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