La Habitación Roja – Cuando ya no quede nada
Servidor no tiene problemas en admitir que el indie español suele cansarle hasta límites insondables. La tendencia patria a copiar modelos extranjeros esperando que se filtre algo de calidad en el proceso y a considerar el cambio de idioma como una innovación importante siempre me ha matado. Tal vez por eso sea cierto que dejarme frente a Cuando ya no quede nada (Mushroom Pillow, 2007) no sea una buena idea, pero alguien tenía que tragarse el disco antes o después.
Y la primera imagen que me viene a la cabeza tras escucharlo es la de Steve Albini en Chicago, apenas finalizado el trabajo con Iggy y compañía para la vuelta de los Stooges, sentado sonriente en su estudio sin saber la suerte que tiene. Porque estarían tocando La Habitación Roja y quiero suponer que el bueno de Albini no conoce el castellano y por lo tanto no se dará de golpes contra la mesa con la colección de tópicos baratillos que la banda española quiere hacer pasar por letras.
Vale que no se le puede exigir a todo grupo que tenga la calidad literaria de un Dylan, de un Eitzel o incluso de un Kapranos (que comparado con lo que se encuentra en este disco es el nuevo Keats de la lengua inglesa), pero al menos podría pretenderse que se superase un nivel mínimo. Y no, gritar a pleno pulmón «Todos los presidentes mienten» o abusar de toda frase hecha del castellano no es ese nivel. Si hiciésemos un juego consistente en beber una copa cada vez que se dice una perogrullada en este disco acabaríamos tirados por el suelo con la mayor borrachera de nuestra vida.
El asunto se redondea con una propuesta sonora que no sería novedosa en 1980 y que ahora ya suena a tan repetida que aburre. Abuso de riffs machacones, base rítmica fuerte pero sin alma y una voz falta de personalidad en todo momento. Al menos tienen profesionalidad y salvan algo el resultado formal, vale, pero es que de donde no hay no se puede sacar (me extraña que no usaran esta frase en alguna canción) y para copias baratas de Bloc Party y similares ya tenemos suficientes en el Reino Unido sin falta de escuchar cosas como La vida moderna, de nuevo sonrojante en su letra.
En fin, que uno tras escuchar un disco así en lugar de plantearse su posicionamiento sobre la escena alternativa española sufre un proceso de reafirmación más que notable. Si esto es lo que podemos ofrecer al panorama musical actual mejor que lo dejemos. Sólo cruzo los dedos porque éste sea el peor disco del año pasado para el rock español.