Liars + Deerhunter (Zaragoza, 29-09-06)
El hueco de Liars en el mundo del rock actual hacía presagiar una noche diferente en la sala zaragozana, lo cual era ya de por sí motivo de alegría para los asistentes. La capital aragonesa ha visto cómo en los últimos años la experimentación ha ido emergiendo como protagonista en la música de algunos grupos locales que han conseguido cierto renombre, como Haikus o Picore, de manera que quizá la experiencia de vivir un concierto de este tipo podía ser menos traumática.
A la hora de la verdad la audiencia casi ni llegó a la centena, pero las características de lo que acontecía conseguían mantener en vilo a todos los asistentes. Y es que se hace difícil encontrar en el panorama actual un grupo que produzca un sonido tan tenso como Liars. Con la deconstrucción como biblia sonora, los neoyorquinos ofrecieron toda una propuesta transgresora. Angus Andrew salió disfrazado de folclórica y fue el que puso la cara, los gritos, los riffs cortantes, los saltos, etc; en definitiva, una actitud siempre desafiante.
También cabe destacar la asimilación que la banda demuestra en el escenario de su continua y profunda evolución, olvidándose por completo de aquel They threw us all in a trench and stuck a monument on top (Gern Blandsten, 2001) y mostrando su nuevo lenguaje a través de un repertorio trazado básicamente con sus dos últimos álbumes. Y una parte básica de este nuevo lenguaje lo llevaron a cabo tanto Aaron Hemphill en la batería como Julian Gross acompañando a las percusiones. Resultaba increíble cómo conseguían crear ese ritmo, más derivado del tribalismo que del rock, a veces de la no wave, a veces de la más pura experimentación, con tan milimétrica precisión. Así pues fueron discurriendo momentos de auténtica belleza -aspecto destacable en su último trabajo Drum’s not dead (Mute, 2006)-, como Be quiet Mt. heart attack!, con esas enmarañadas guitarras sostenidas por la monumental batería de Aaron Hemphill, o Drum gets a glimpse. Otro clásico que tocó la banda fue We fenced other houses with the bones of our own, el cual evocaba ese lado más áspero, cortante y oscuro de su segundo trabajo, llevando al público a un estado de hipnosis total, al igual que sucedió cuando transcurrió la inquietante A visit from drum.
Sin duda alguna, esa experimentación de la que hacen gala producía momentos en que la balanza se equilibraba más por la actitud que por la asimilación de cualquier melodía, pero los resultados brillantes de ese «nuevo» lenguaje que desarrollan los neoyorquinos merecería sin duda la asistencia. Otros temas que provocaron mayor movimiento entre el público fueron los más «accesibles» Hold hands and it will happen anyway o They don’t want your corn, they want your kids.
Como aperitivo, sus compatriotas Deerhunter mostraron su lado más ambiental a través del noise-rock y noise pop, pero sin una actitud demasiado transgresora, con crescendos que hacían subir y bajar el ritmo y que remarcaban una melodía heredera de My Bloody Valentine.