JR – La JR
Cinco años después de 127, este nuevo trabajo de Borja Fernández, Frank Rudow y Rafael Martínez, formación enclavada en su momento en el Xixón sound, tiene muchos ingredientes que pueden servir para juzgarlo negativamente. Por lo pronto, su aureola de grupo arty (término habitualmente destinado para dar placer al público más cool) y un disco con canciones de títulos imposibles; dos argumentos que a más de uno pueden servir para cavar bien hondo una tumba en la que enterrar este álbum. Aún así, si somos oyentes curiosos, lo que nos encontramos en una primera escucha puede no resultarnos satisfactorio. Voces susurrantes, a ratos inaudibles, con alguna dicción que duele al oído -realmente artificiales esas uves fricativas-, ausencia casi total de melodías o estribillos a la vieja usanza, un conjunto fatuo y presuntuoso… Pero si le encontramos algo atractivo, aunque no sepamos de qué se trata, es probable que le otorguemos otra posibilidad de dar vueltas en nuestro reproductor. Entonces seguiremos odiando esas pronunciaciones forzadas, pero podremos empezar a descubrir cosas interesantes que aumenten progresivamente el valor de postreras audiciones.
Para empezar, una obviedad: no tiene sentido que un disco que trata de ser atmosférico esté plagado de armonías pegadizas o bailables. Hay muchas maneras de transmitir algo, y aquí se opta por la vía de dibujar ambientes a partir de ligeros toques de guitarra, piano o percusión. Además con un sonido crudo y terriblemente desnudo, que termina por eliminar cualquier duda razonable de que nos quieran vender gato pretencioso por jugosa liebre. Y es que si queremos entrar en terreno culinario, JR nos ofrecen aquí algunos pasajes que son canela fina. Comencemos por destacar Las dos en la nave como lo más grande del álbum. Cuando nos queremos dar cuenta, llevamos seis minutos de reloj acunados por un ritmo de batería que se hace acompañar de una tenues palmas aflamencadas y unos sencillos arpegios de guitarra, todos embarcados en una espiral hipnótica que se cierne sobre nosotros sin darnos un momento de respiro. Y no es el único corte en el que el instrumento que habitualmente marca el compás lleva sobre sí todo el peso del tema. Repitiendo fórmula, aunque cambiando el enfoque y añadiendo un sutil final al piano, Copo de nieve y yo logra formar en nuestra mente imágenes nítidas de variopintas vivencias urbanas.
Pero no todas las piezas del álbum son de este calado. El conjunto está impregnado de jazz, especialmente en su vertiente más reposada, desde la apertura –Cualquier cosa de este día– hasta el epílogo –Cuatro pares de caballos blancos-, que se encargan de cerrar un círculo casi perfecto de sensaciones. También hay espacio para canciones en las que se deja aflorar la tensión, como Piedra preciosa o Eh mono!, donde podemos escuchar las guitarras más agresivas del LP. Pero realmente cuando estamos frente a un cúmulo de composiciones que encajan tan afortunadamente entre sí, haciendo de la homogeneidad una virtud, tampoco tiene mucho sentido particularizar en las bondades de cada tema. Si tú eres de los que viven para los ritmos de bombo-caja-bombo-caja con trabajados estribillos, no es necesario que pierdas el tiempo buscando algo que aquí no vas a encontrar. Aunque, ¿quién sabe? Al fin y al cabo puede que este La JR sorprenda y satisfaga a cualquiera.